UN BONITO CUENTO DE UNA JUEZA DE PAZ...

UN BONITO CUENTO DE UNA JUEZA DE PAZ
Se me ocurrió que quería asomarme al mundo de la justicia y ver cómo funcionaba. Ya había solicitado la plaza de juez de paz de un pequeño pueblo burgalés y me dispuse a aprender desde abajo y ¡cuántas enseñanzas me ha brindado el puesto!.
Lo primero que tuve que hacer nada mas poner los pies en mi oficina fue delimitar mis competencias. Porque el señor alcalde estaba muy acostumbrado a pasar la patata caliente al pobre juez del pueblo (que solía ser hasta que llegué yo, un hombre).
"Y no, hijos, esto que queréis que os lo solucione yo no es de mi competencia. Ir a pedir responsabilidades al señor alcalde o a la Junta de Urbanismo de Castilla y León, o denunciad simple y llánamente.
A partir de ahí,"miel sobre hojuelas", como dicen en mi tierra.
Antes de entrar me asustaron diciéndome que me iban a presionar, intimidar e incluso iba a peligrar mi integridad física. Y me dije que muy negro me lo estaban pintando para ser verdad. Y como soy incrédula por naturaleza en cuestiones en las que la fe no sea exigible, quise experimentar; y aquello resultó un bulo.
Es que los hombres suelen resolver sus problemas en los bares y ahí es donde surgen los problemas. Si los problemas se resolvieran en los juzgados como yo he hecho, y con una mente abierta y racional, todo iría mejor. No es bueno mezclar negocios, defensa y otros asuntos con el alcohol. Hay que tener la cabeza fría si quieres que cualquier cosa prospere. A mi me ha ido muy bien en ese sentido. Toda vez que los jueces estamos asistidos de secretarios, que saben derecho, y nosotros no tenemos por qué saberlo; y sí tener dos dedos de frente al menos. Y yo tengo algo mas de cuatro. En el trato ciudadano un éxito. Mi intuición me decía cuando debía hacer caso y cuando no. A veces te solicitan para lo que no es de recibo. Y se lo he dicho a alguno en alguna ocasión. "Cuando tengas intención de razonar, vienes y hablamos. Pero mientras sigas instalado en tus trece, erre que erre, que solo tu tienes la razón, conmigo no cuentes" Y cuando iban a su casa y lo pensaban mejor se daban cuenta.
Luego puse orden en la oficina y arreglé todos los libros de una forma barata y eficaz. Con sobres color sepia de una caja del pueblo lo solucioné. Y esos libros ahora son funcionales y manejables. A veces si tienes un poco de imaginación todo es más fácil y más barato. Solo necesité una tijera, cola adhesiva, maña y mucho cariño.
He extendido partidas de todo tipo, de nacimiento, de defunción, de matrimonio, en castellano y en bilingüe. Y sin necesidad de molestar a la secretaria, e incluso, cuando ésta estaba de vacaciones porque lo que contaba y valía para ello era mi firma. Con el pueblo no he tenido ningún problema nunca y eso que el antiguo secretario del pueblo me lo avisó. Ten cuidado, que no sabes como son.
Pues no señor, mis relaciones con el pueblo han sido coser y cantar.
Lo malo ha sido con el gobierno municipal y para que no se haga tan largo lo dejo para otro rato.