A ROJANA, La Poesía

A ROJANA

Es mi anhelo vivir siempre contigo,
oír tu dulce y regalado acento,
mirar tus ojos, respirar tu aliento,
sin rival de mi dicha, ni testigo.
Yo tanto bien, Rojana, no consigo,
mátame, pues, y acabe mi tormento;
mas al verme morir, por un momento
une tu labio al labio de tu amigo.
Pensando en esta dicha que me espera,
si mi llanto y mis ruegos no son vanos,
con la esperanza de morir me alegro.
¡Cuán supremo deleite yo sintiera
si me amarrasen al morir, las manos
con una trenza de tu pelo negro!
Cuando robó Plutón, enamorado,
de los bosques de vívida esmeralda
a Proserpina, que la blanca falda
violas robada del florido prado,
ardió de gozo en brazos de su amado;
y lanzadas las flores a su espalda,
lloró perdida la nupcial guirnalda
que en el suelo natal había segado.
Así, el ardiente espíritu del hombre,
que desatar anhela las cadenas
que le sujetan, y volar al cielo,
aunque al llegar la muerte no se asombre,
siente, no obstante, punzadoras penas
al perder los placeres de este suelo.

Juan Valera.