CONTUNUACIÖN, La Poesía

CONTUNUACIÖN

¡Mi feuchillo! Si tú eres mu candongo,
dame un beso y abrázame;
pero a vel, cudiaito y no m'estrujes,
que ya me tiés breá de cardenales,
y de fijo que vía las estrellas
si mu juerte llegaras a estrujame.

Amos a ver, prencipia... ¡No seas burro!...
¡Miá que chillo!... Prencipia cuanto antes.

—Yo te voy a fundir en una urnia,
cacho e cielo dorao de la tarde;
yo te voy a fundir en una urnia
pa que no te dé'l aire.

—Güeno, las manos quietas, Celipillo;
amos a sé jormales.

—Yo te voy a comer esa boquina
una ves que t'arrimes pa besame,
y endispués de comía m'entapono
pa que no me s'escape.

—Miá, Celipe, si sigues burreando,
esta noche m'acuesto con mi madre.

—Porqu'eres tú lo mesmo de preciosa
que la Vigen del Carmen.

—Pos si tanto le gusto, venga, dime,
¿por qué refunfuñabas andenantes?
¿Por qué no me mirabas?
¿Qué ajogos agriaban lu caraite?

—Mis ajogos, mujé, no son pa dichos,
que no puen esplicase
manque yo m'embuchara más palraos
que tós los sacamuelas chalratanes.
Mis ajogos se cuajan aquí drento
con negros cuajarones de mi sangre
que m'enturbian los ojos y me jieren
lo mismo que si jueran dos puñales.
Y tú te tiés la curpa, ya lo ije.
Y tó por nuestro mozo, ya lo sabes.

Tú te vas a espurgá las rastrojeras,
y en tres días ajuntas cuatro jaces,
y contenta me vienes y me ices
que tú barres p'alantre.
Yo, que soy segaor, sé bien de cierto
que mu pocas espigas se mus caen,
y yo dúo si espurgas los rastrojos
o las cargas que pillas por delante.

Y esto ya no pue ser: ésta es la jonra
qu'al muchacho tenemos que dejagle
más limpia que la cara de la Virgen,
más branca que la fló de los jarales,
y al que quiera manchala me lo jundo
manque sea su madre.

Y no jimples, que son feguraciones
y no jué mi decir pa molestase,
que bien pudo segar en esa suerte
por argún casual un prencipiante.

Y asín y tó no quiero qu'arrebusques
las migajas qu'algunos se le caen,
siquiera mientras lleves ahí metío
nuestro mozo, porqu'eso es enseñale
dende chico a doblar el espinazo
y a viví de las sobras de los grandes;
y asín saldrá sin juerzas, sin agallas,
sin bríos, sin coraje
pa pescar el jocino y dir al corte
pa llevase a los hombres por delante.

Ya no güerves a di pa los rastrojos.
Ya no juntas más jaces,
qu'el muchacho no viene pa escurrajas
y me lo pués torcer con agachate.

Porque, mira, mujé, con esas cosas,
¿sabes tú lo que jaces?,
pos le plantas el jierro de los probes
que no lo borra naide.

Luis Chamizo.