Aleluyas de antaño, Literatura

Aleluyas de antaño

Estaba la joven esposa
asomada a la ventana,
haciendo así cada mañana
temprano, siendo temprano,
sin sol, aun de madrugada,
para despedir al esposo,
al gañán que obra a mano
en la siega y la trillada.
Sombrero de paja calado,
se va montando su borrica,
en la alforja el almuerzo,
y con agua en la barrica,
chorizo y tocino salado
-ya que el vino, ni aguado-,
pues ha de ser comida rica.
Para reponer del esfuerzo,
mejor haría la carne asada
fortaleciendo al mastuerzo
al regresar con su amada.
No verá a la joven de día,
hasta que vuelva ya de noche,
mas, aunque de ella se fía,
piensa, si no tendrá roce.
Pues, cuando con él yace,
dase cuenta que no hay goce,
¿no será que durante el día
algún mancebo la sobe?
“Ahora para conmigo es fría;
¡Imposible, que aun es joven!
¡Tentándola ardorosa se volvía!”
Éstas son sus cavilaciones.
“En la noche que la desposé…
¿No fuera cierto y mentía,
engañóme esa noche
con tamaña retahíla?
Pues a más de amarme decía:
¡No pares! ¡Ahí! ¡Fuerte!
¡Más, más! ¡Rómpeme!
¡Soy tuya! y ¡Sigue mi Jose!”
Cávalas que con él llevaba,
zozobra en pecho sentía,
mal temor para la segada,
si en la mano la hoz tenía.
Pues, si no concentración,
sí atención hace falta,
que el pensar así desgasta
y no ha lugar abstracción.
La mano pué echar en falta,
por tener mal ideamiento
que hace que el sentimiento
quiebre, si la duda asalta.
Mas, aunque la esposa fuere:
santa, devota, y a más casta,
es moza joven y ardiente,
goce por lo tanto requiere,
cuando le tiene en casa.
A más, de hincarla el diente,
sobar y retozar en cama,
-ya que ha tiempo que nada;
ni mordiscos en el cogote,
ni pellizcos en las nalgas-
habrá que dilatar la noche,
haciendo velada larga,
desde que la cena agote,
hasta avanzada madrugada.
Mas, el gañán cuando llega,
de tanto laboreo cansado,
cena, cógele el sueño acogotado
y clávale en la mesa dormitado.
Deja la silla, se acuesta y sueña
con vergeles y un palacio,
vasallos y mucha moneda,
bellas mujeres le besan,
le sirven frutas, manjares,
y vino que en plata beba.
Al cabo, ella recoge la mesa,
los quehaceres de cocina,
platos, cubiertos, más puchero,
fregar y colocar termina,
cuando dormido se queda,
que ni el trueno lo despierta,
ni del pregonero la bocina,
así vocease por la ventana,
o de la habitación en la puerta.
Tras comprobar que él sueña,
que ni con terremotos despierta
y que al paso de Morfeo camina,
los cabellos y pechos se atusa,
pues han de ir unos turgentes
y otros no estar a la greña.
Encaminóse hacia el granero,
y abrióse un poco la blusa,
ya que la espera, y con gusa,
quien labora de aventero,
el joven y fuerte Sancho,
ya que allí está morando,
le gusta que le embelese
y es quien bien la achucha.
Acude las noches todas,
pues el deseo la llama,
el mozo es, que la inflama,
la muerde y la besa toda.
Con el esposo ella cumple,
mas, no como con Sancho,
que sabe apagar su lumbre
yacer a todo, lato y ancho.
Si al encaminarse a la era
José, adentro ver pudiera
-vería aunque no quisiera-
con el claror reinante fuera:
como, el Sancho a la parienta
con su hombría enarbolada,
a la moza la refrega,
la flor gozosa y sonrosada.
Y aunque las horas cunden
en la noche a la pareja,
ni harta a quedarse llega,
pues aunque el mozo no ceja
y a más que en estaño se funden,
cuando él se va, ella no llega.

AdriPozuelo (A. M. A.)
4 de septiembre de 2007
Villamanta, Madrid