Aquí dejo un relato, o pequeño cuento de amor. Amor hasta el extremo..., pero eso lo dejo, Literatura

Aquí dejo un relato, o pequeño cuento de amor. Amor hasta el extremo..., pero eso lo dejo para el final.

EL ÚLTIMO VUELO

Se acercó al borde del precipicio y miró hacia abajo. La verticalidad de la pared rocosa le permitió divisar con claridad las grandes rocas desprendidas de ella, las cuales se amontonaban al fondo. Un fondo claro y nítido, a pesar de los 2.560m que le separaban de él, tal y como marcaba su varioaltímetro. Esto él ya lo sabía, pues anteriormente ya habían estado los dos en este mismo sitio muchas veces.

Ya se habían lanzado al vacío en parapente y ala delta desde allí, varias veces, como igualmente se habían descolgado rapeleando por la pared, tras haber accedido escalándola infinidad de ocasiones, hasta el punto donde se encontraba.

Tras comprobar que el aire no lo apartaría de su ruta -ruta invisible ya que sería por el espacio aéreo- la cual se había trazado en su mente antes de subir hasta aquí; tras comprobar que las hebillas de las cinchas del arnés estaban bien trabadas; tras comprobar que los mosquetones estaban todos bien enganchados y en su sitio, tanto al arnés como a las anillas de los tubos metálicos del ala; tras comprobar, así mismo, que el funcionamiento del suelte rápido era perfecto y tras decir con la mirada puesta en el horizonte: - ¡Alicia, allá voy mi amor!, retrocedió unos metros, llegándose hasta unas piedras apiladas, que a modo de señal se encontraban a cierta distancia del borde. Señal que les había servido a los dos como marca de salida, pues para eso las dejaron allí, para, tomando carrerilla, llegarse hasta el borde y lanzarse al unísono al vacío.

Se volvió y salió corriendo pendiente abajo, aferrando sus manos al trapecio. Justo antes de llegar al borde, sus deportivas dejaron de tocar el suelo y comenzó a elevarse ligeramente. Estabilizó el ala y recogió lentamente sus piernas llevándolas hacia arriba y atrás, hasta tomar la horizontalidad su cuerpo, reposando sus pies en el trapecio posterior. Recogido por la corriente de aire caliente, esta comenzó a elevarle, llegando a cierta altura donde se estabilizó. Tomando la horizontal, voló en línea recta hacia un punto ya fijado de antemano.
En varios kilómetros recorridos no varió el rumbo. Llegado al punto fijado, ladeó su cuerpo y el ala se inclinó ligeramente a un lado, tomando una nueva dirección para llegar a su destino. Así recorrió varios kilómetros más, llegando a la vertical con un pueblo, el cual se divisaba desde lo alto cual mosaico multicolor rodeado de verdes campiñas, allá abajo, muy por debajo de él.

Presionó el suelte rápido que lo mantenía sujeto por el arnés al ala y su cuerpo quedó libre de cualquier sujeción mecánica al aparato. Percibió como cedía la presión que en su cuerpo ejercían las cinchas de nylon y quedó sujeto al artilugio nada más que con sus manos en el trapecio de timón y por sus pies en el posterior de estribo, dado por la postura estirada de su cuerpo y por haber tensando sus músculos al máximo

Aspirando profundamente relajó su cuerpo y soltó sus manos de la barra engomada, precipitándose al vacío con los brazos pegados al cuerpo y estirando este al máximo. Cual proyectil disparado con arma sin detonante, sin estruendo producido por tiro alguno, salió disparado al vacío. Rompiendo el aire con el casco, sintiendo como rompía en sus bordes junto a sus oídos, le llegaba este hasta sus tímpanos, como golpes de tralla manejada por experto arriero, en un devenir continuo de restallidos en el espacio. Veía como los rectángulos multicolores se le acercaban a velocidad de vértigo y como se hacían más nítidos los rectángulos marmóreos, blancos, negros y grisáceos. Cerró los ojos a cierta distancia del suelo, cuando tuvo la certeza de que no erraría el blanco.
Al día siguiente, algún vecino de aquél pueblo, se llegó hasta el camposanto a depositar flores sobre la lápida que cubría la tumba de su hija, encontrándose con el cuerpo de lo que parecía haber sido un hombre, a juzgar por su calzado, sus vestiduras de tela brillante, y de distintos colores, ensangrentadas y desgarradas. Al parecer, y a simple vista, había sido decapitado

El médico forense lo examinó, pudiendo comprobar con estupor, tras sacarlo de entre las piezas de lápida y tras observación minuciosa, que la cabeza se encontraba oculta e incrustada en el tronco del cuerpo desmadejado, probablemente –pensó- a causa del impacto de caída. Los restos yacían a los pies de una tumba, en cuya lápida rezaba, o se leía, un esclarecedor epitafio: “Aquí yace Alicia, tras su último vuelo”.

AdriPozuelo (A. M. A.)