TEXTO 11
MOMENTOS de la HISTORIA

EL CAMINO DE SANTIAGO EN LA HISTORIA
Por Luis Antonio Ródenas

SANTIAGO EL MAYOR y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, eran grandes amigos de Jesús de Nazaret. Al igual que el padre, los dos hermanos eran pescadores, algo muy frecuente entre los ciudadanos que vivían en zonas cercanas al lago Tiberiades. Para seguir las enseñanzas del Maestro, abandonaron esta actividad. Corría el siglo I de nuestra era y Tiberio, de la familia Julia-Claudia, ceñía los laureles del Imperio. La tradición nos relata que tras la muerte y resurrección de Cristo, los apóstoles se separaron para, con mejor o peor fortuna y entendimiento, extender y enseñar el Evangelio por todas las tierras a su alcance. Según una leyenda medieval, Yaakob Bar-Zebdí habría escogido la parte occidental del Imperio, la Hispania romana, a la que llegaría en torno al año 33 de nuestra era. No queda claro si comenzó su labor desde Tarraco o Carthago Nova o si, bordeando la península, lo hizo desde la Gallaecia. De cualquier forma, predicó varios años por la piel de toro, para lo cual reclutó varios discípulos, siete de los cuales prosiguieron su labor en nuestras tierras tras su regreso a Jerusalén, capital de Judea. Al poco, es detenido, torturado y decapitado por orden del rey Herodes I Agripa (año 44), siendo, por tanto, el primer apóstol en sufrir martirio.
Su traslado hasta Hispania
A partir de ahí empieza el mito de Santiago. Dos discípulos, Teodosio y Atanasio, recogen el cadáver de Santiago y lo llevan al puerto de Jope, donde encontraron una barca sin ninguna tripulación. Según las Sagradas Escrituras, en ella llevan a cabo un largo viaje guiados por un ángel. Cruzan el Mediterráneo y, a través del estrecho de Gibraltar, llegan hasta Galicia y desembarcan en el puerto de Iria Flavia, próxima al actual Padrón.
Ya en tierra, y dispuestos a la inhumación, depositaron el cuerpo en una roca, la cual, al instante, ante la mirada atónica de los presentes se derrite y toma la forma humana de un sarcófago. Los apóstoles se pusieron en contacto con la señora de aquella región, Lupa, quien les permitiría enterrar al apóstol en una cueva situada a 15 kilómetros de Iria.

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