Los gays expulsan a 6.000 vecinos para celebrar su...

Los gays expulsan a 6.000 vecinos para celebrar su 'orgullo'

Hoy 6.000 personas se ven desalojadas de sus barrios para dejar paso al "macrobotellón del todo vale".

Cada vez son más los homosexuales que se desmarcan de la fiesta del Orgullo Gay, que hoy colapsa los barrios del centro de Madrid. Alrededor de 6.000 personas se ven obligadas a dejar su vivienda para dar paso al desfile de carrozas que permite el Ayuntamiento de Madrid.

Los vecinos denuncian que el colectivo “tiene mucho poder y cuenta con todo el apoyo del ayuntamiento y de Pedro Zerolo, que es quien maneja en la sombra la FELGTB (Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) y al Cogam (Colectivo Gay de Madrid).

“Salí de casa a las 8 y media de la mañana con mi hija de 5 años, después de que ninguna de las dos pegara ojo en toda la noche. Tuve que abrirme paso en el portal entre vomitonas, excrementos, condones usados y una pareja practicando sexo sin tapujos. Por la calle seguía la fiesta.” Ése fue el último año que una vecina de Augusto Figueroa pasó la fiesta del Orgullo Gay en su casa. Ahora, cada vez que se acercan estas fechas, se ve obligada a abandonar su hogar e irse con su familia a casa de su madre. Y así lo hacen la mayoría de los 6.000 vecinos del barrio, excepto la gente mayor a la que le imponen soportar los cinco días de fiesta non-stop porque no tienen a donde huir.

La Asociación de Vecinos de Chueca la forman más de 100 personas. Hace un año ni siquiera se conocían y ahora se han unido como una gran piña. Muchos de ellos son homosexuales, pero también hay heteros, mayores y jóvenes, familias con niños, comerciantes… Todos vecinos del barrio de muy distinta procedencia pero con una sola voz: adoran su barrio y no aceptan la degeneración en la que se ha convertido. No quieren dar nombres, se sienten amenazados. Sin embargo, quieren dejar claro que están a favor de la fiesta.

Antes de que se celebrara el Europride en 2005 disfrutaban y participaban de los actos. Ahora huyen del Orgullo. Me reúno con ellos el martes, justo antes de que empiece el “macrobotellón del todo vale”, como ellos mismos lo llaman. Las calles ya presagian fiesta. Huele a muchedumbre. A. F. C., de la Asociación de Vecinos, advierte: “Aquí el viernes ya no se podrá ni caminar. Los decibelios llegaron el años pasado a 93, cuando el límite nocturno es de 55. Y no importa que haya al lado una residencia de ancianos. Sólo importan sus derechos. Si no, ya sabes, eres homófobo”.

Nos enseñan algunos locales que llevan más de un año cerrados. “Ahora los abren durante cinco días, no sabemos con qué permisos, y comienzan a preparar su barras para el miércoles empezar a hacer caja”. En el 9 de la calle Libertad vemos uno de ellos. Otros preparan sus fachadas para que una ventana al exterior les permita contar con una barra al aire libre. Aunque este año esté prohibido poner barras en esa calle. No importa. Son cinco días en los que no hay reglas. “Cuando esto se colapsa, la Policía no puede ni entrar. Y aunque les sancionen, da igual. La cantidad de dinero que ganan es tal que pueden asumir cualquier multa”. “Cuidado, no te quedes mirando fijamente porque hay topos”, me dicen. “Tienen mucho poder y cuentan con todo el apoyo del Ayuntamiento y de Pedro Zerolo, que es quien maneja en la sombra la FELGTB (Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) y al COGAM (Colectivo Gay de Madrid). A nosotros nos ven por la calle y nos advierten: ‘Te vas a cagar’”. Visitamos la página web del Ayuntamiento de Madrid y observo el despliegue explicativo de las fiestas del Orgullo. En el apartado de la calle Pelayo no salgo de mi asombro al leer: “Esta fue la primera calle de Madrid en la que se celebró el Orgullo. Por lo tanto, son pioneros y saben muy bien cómo liarla.”

“Hay muchísimos intereses económicos en juego. En ninguna fiesta de la comunidad se permiten las barras al aire libre; sólo en La Paloma porque es un recinto ferial. ¿Por qué aquí sí?”, comenta un residente. Una vecina de San Bartolomé apostilla: “A los dueños del Wagaboo les obligaron a cerrar su restaurante porque la extracción de humos no era la correcta y en cambio todos estos locales hacen lo que quieren porque están protegidos. Tienen licencia de café bar y la mayoría abren como afters de seis a nueve de la mañana desde el jueves hasta el sábado durante todo el año, como el Bellts en Santa Brígida o el Sex MInimal en San Bartolomé. En este último puedes comprar todo tipo de drogas”. Los vecinos lo ven a diario, salen de casa para ir a trabajar y es lo que se encuentran.

Lo que tiene Chueca es que si uno entra en sus redes, sabe moverse bien y es hábil, puede labrarse un futuro laboral muy próspero. A los que no quieren entrar en el circo se les tacha de ‘homófobos’ y se quedan fuera. De eso sabe mucho Paco Ramírez, secretario de la Organización de Colegas, un colectivo de homosexuales que se desmarca de la fiesta. “ ¿Orgullo? Reivindicar los derechos de los homosexuales no es plantarse un tanga y una pluma en la cabeza y subirse a una carroza. Esas imágenes no ayudan a convencer a la población española”. En todos los países europeos la fiesta del Orgullo se mueve de ciudad en ciudad y en ningún caso dura cinco días. “Aquí no se mueve porque está secuestrada”, aclara Paco. Este año su asociación no participará en la fiesta porque los organizadores les han vetado. O haces las cosas a su manera o te quedas fuera. Así son los que luchan por sus derechos.

LA GACETA