Manuel Marín le hace el juego a Puente y no habla de...

Manuel Marín le hace el juego a Puente y no habla de los negocietes de la mujer del presidente en nombre de la mujer del presidente. Un insultador no es víctima de nada cuando termina siendo insultado. Se expone a que los demás le apliquen a él las mismas reglas del juego que él impone. Aunque no debería ser así, no es lo elegante, en España se replica a una chulería con otra chulería. Nos pasamos el día sujetándonos el cubata unos a otros. Al desprecio se le responde con desprecio. Si uno retoza en el barro no puede quejarse de recibir manotazos de barro. Pero es que además todo es mentira. Puente se quiere, se adora, se gusta así, y lo ensucia todo por conveniencia, porque forma parte de su modo de entender la vida pública. Desafiando. Puente es un ladrillo en el muro de Sánchez y, mirado fríamente, su aspereza es hasta divertida. Te invita a contemplarlo como un animador de crucero capaz de agitar las lorzas de los jubilados con chapoteos, manos arriba y abajo, a ritmo de bachata.