Del baúl de los recuerdos, pero viene como anillo al dedo.
Dadme, mi Amado, calor,
arde mi pecho dañado
por el dolor y, ahogado,
suplica a gritos amor,
que nunca esposa gozara
con esta eterna distancia
de su vida y de su estancia,
de Aquel que siempre adorara.
Presa de ese dulce yugo
que Vos me otorgáis con celo,
suspiro mirando al cielo
y con mi oración conjugo
el deseo y este ardor
que nada mitiga y calma,
¡piedad Señor para el alma!,
que al fuego tiene pavor.
Llena y henchida de gozo,
osaré, mi tierno amante,
amaros en todo instante,
no ahogarme en ese pozo
de la vanidad del mundo;
todo me sobra, mi Amado,
permaneced a mi lado
y seré campo fecundo.
Habito en Ti y por Ti muero,
ni palacios ni riqueza
logran vencer la tristeza
de este sin vivir tan fiero,
¡Os amo Señor!, mi dueño,
si os tengo, nada me falta,
sois mi luz, solo Dios basta,
dadme pronto dulce sueño.
Mari.
Dadme, mi Amado, calor,
arde mi pecho dañado
por el dolor y, ahogado,
suplica a gritos amor,
que nunca esposa gozara
con esta eterna distancia
de su vida y de su estancia,
de Aquel que siempre adorara.
Presa de ese dulce yugo
que Vos me otorgáis con celo,
suspiro mirando al cielo
y con mi oración conjugo
el deseo y este ardor
que nada mitiga y calma,
¡piedad Señor para el alma!,
que al fuego tiene pavor.
Llena y henchida de gozo,
osaré, mi tierno amante,
amaros en todo instante,
no ahogarme en ese pozo
de la vanidad del mundo;
todo me sobra, mi Amado,
permaneced a mi lado
y seré campo fecundo.
Habito en Ti y por Ti muero,
ni palacios ni riqueza
logran vencer la tristeza
de este sin vivir tan fiero,
¡Os amo Señor!, mi dueño,
si os tengo, nada me falta,
sois mi luz, solo Dios basta,
dadme pronto dulce sueño.
Mari.