Anonimo del Siglo XX.
********************
A UNOS OJOS NEGROS
Hermosos negros ojos,
blanco de un hombre que os ofrece en suma
a sí todo en despojos,
lenguas me quiere hacer con esta pluma,
y sea yo tan dichoso
que ojos se haga vuestro dueño hermoso.
Oh queridas estrellas,
que entre los velos de la noche negra,
con turbadas centellas,
entretenéis la luz que al mundo alegra,
por tomar a porfía
de la noche el color, la luz del día.
Espejos relevados,
que guarneció el amor de ébano puro,
sosegad mis cuidados,
que apenas de las niñas me aseguro,
si el cielo los ha hecho
los ojos de cristal, de roca el pecho.
Mares de vidrio o hielo,
donde ojalá mi alma un siglo bogue,
de negro os cubrió el cielo,
por hacer de lo negro, como azogue,
espaldas a los lejos
y mirarse en vosotros como espejos.
Cargue el indio un tesoro
de diamantes mayores unos que otros,
el chino cargue de oro,
de perlas, esmeraldas, mas vosotros,
como tan peregrinos,
de azabache os cargáis, ojos divinos.
¡Ay ojos!, que sois hojas,
aunque negras, de temple toledano,
que en sangre de almas rojas,
muerto dejáis el cuerpo, extraña mano,
terrible golpe y fuerte,
que con espada negra dais la muerte.
Son vuestros filos tales,
que entre negras cautelas los admiro,
obráis sí, dulces males,
como enemigo al fin hacéis el tiro,
por encubrir la espada
tiráis con vaina y todo la estocada.
Ojos, el que no os ama,
quédese en blanco, pues lo negro deja,
que yo en mi ardiente llama
ni pido libertad, ni tengo queja;
pues por tal hermosura
pido al amor me dé negra ventura.
********************
A UNOS OJOS NEGROS
Hermosos negros ojos,
blanco de un hombre que os ofrece en suma
a sí todo en despojos,
lenguas me quiere hacer con esta pluma,
y sea yo tan dichoso
que ojos se haga vuestro dueño hermoso.
Oh queridas estrellas,
que entre los velos de la noche negra,
con turbadas centellas,
entretenéis la luz que al mundo alegra,
por tomar a porfía
de la noche el color, la luz del día.
Espejos relevados,
que guarneció el amor de ébano puro,
sosegad mis cuidados,
que apenas de las niñas me aseguro,
si el cielo los ha hecho
los ojos de cristal, de roca el pecho.
Mares de vidrio o hielo,
donde ojalá mi alma un siglo bogue,
de negro os cubrió el cielo,
por hacer de lo negro, como azogue,
espaldas a los lejos
y mirarse en vosotros como espejos.
Cargue el indio un tesoro
de diamantes mayores unos que otros,
el chino cargue de oro,
de perlas, esmeraldas, mas vosotros,
como tan peregrinos,
de azabache os cargáis, ojos divinos.
¡Ay ojos!, que sois hojas,
aunque negras, de temple toledano,
que en sangre de almas rojas,
muerto dejáis el cuerpo, extraña mano,
terrible golpe y fuerte,
que con espada negra dais la muerte.
Son vuestros filos tales,
que entre negras cautelas los admiro,
obráis sí, dulces males,
como enemigo al fin hacéis el tiro,
por encubrir la espada
tiráis con vaina y todo la estocada.
Ojos, el que no os ama,
quédese en blanco, pues lo negro deja,
que yo en mi ardiente llama
ni pido libertad, ni tengo queja;
pues por tal hermosura
pido al amor me dé negra ventura.