ALMA.

! Lo que somos!, cuentan que dijo uno contemplando la calavera de un jumento. Si es cierto lo que el autor del Diccionario razonado dice en este artículo, ¡lo que somos! podemos ya exclamar todos, cuando tropecemos algún hueso de aquellos,

que en el idioma paterno

suelen acá por donaire

llamar madera del aire,

o (hablando con perdón) cuerno

gracias (según el mismo autor) a nuestros filósofos que nos han hecho conocer que somos mucho menos que un cuerno»

Alabado sea su nombre, y por siempre sea bendito el de quien así nos hace ver los desbarros de la filosofía. Para completar la buena obra, no faltaba mas sino que estampase juntamente el nombre de los filósofos que tal piensan, para que les diésemos una buena bufa. Pero esa no lo ha hecho sin duda por caridad: y a fe que lo siento, porque me queda el escrúpulo de que ningún filósofo nuestro ni ajeno ha dicho semejante sandez.

«De ninguna cosa (añade nuestro sabio autor) se han escrito tantas como del alma.» _No seré yo quien diga lo contrario, cuando su merced escribe del alma definiéndola así: «El alma es un huesecillo o ternilla que hay en el cerebro, o según, otros en el diafragma, colocado así como el palitroquillo que se pone dentro de los violines.»

Esta originalísima definición, aunque mas lo quiera recatar nuestro ingenioso autor, salió de su cabeza, y es toda ella como suya. Nadie antes que el diccionarista, había dicho que el alma es un hueso, y mucho menos un hueso que hay en el cerebro, o en el diafragma.

¿En el diafragma?, ¿en aquella como piltraca que esta en el carcavo o hueco del cuerpo, sirviendo de medianil entre el pecho y el vientre?, ¿y allí hay un hueso? Que me le claven a mí en la frente, aunque parezca otra cosa, sí tal hueso hay en tal parte: y apelo a todo el protomedicato (si es que a esta facultad, y no a una junta de teólogos, compete el definir este caso).

Pues ¡en el cerebro!, ¿en el cerebro huesos? En el cerebro, que es lo que vulgarmente llamamos los sesos, no se sabe que hasta ahora nadie haya encontrado hueso ninguno, como no sea alguna raíz de aquella casta de huesos que arriba pusimos en consonante.

Esto me acuerda un caso, que si el señor lector no esta de prisa, le tengo de contar punto por punto. _Y va de cuento.

Érase un cierto novio novillo recién acabado de uncir al yugo del santo matrimonio, el cual con la nueva vida conyugal se sentía tan floxo, tan enclenque, y sobre todo, tan cargado de mollera, que al fin mandó llamar al doctor. Era este hombre agudo, festivo y chuzón; y visto que le hubo, después de pulsarle y las generales, le ordenó que explicase sus dolamas. El paciente dixo que todo el mal le parecía tenerle en la cabeza: por donde ya el físico empezó a barruntar de donde lo daba, é imaginó que su enfermo debía de ser un simple forrado de lo mismo. «En suma, señor doctor (concluyó el doliente), mi enfermedad esta reducida a que todo cuanto como me sabe a cuerno. _ ¿A que? _A cuerno, señor doctor. _A cuerno... a cuerno... a cuerno... (repuso el médico en ademán meditabundo dándose golpes en la frente); y ¿que estado tiene vmd. mi dueño? _Casado, para servir a vmd. _ ¡Acabáramos! pues entonces eso... eso no es nada más que la destilación que le baja del cerebro: el tiempo lo sana. Servidor.

¿Qien escribio este poema?
pongalo sobre este tema.

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