(EL MAESTRO)
Por Nieves Elena Morán Diez
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Ramiro bajó del tren y a lo lejos se oía el murmullo del río Luna atravesando la comarca. El polvo, que el viento seco del Norte traía desde la Montaña Occidental, envolvía los vagones y el desierto andén. De pronto, sin proponérselo, recordó a su abuelo canturreando “… viva la montaña, viva… viva el pueblo montañés… que si la montaña muere… España perdida es”.
Apuró el paso y, antes de que el tren dejara la estación de Canales, se acercó a la única alma que encontró y averiguó cómo llegar a la casa de la familia Villamayor. Allí era donde comenzaría su tarea.
-Yo lo llevo, amigo –le dijo un hombre alto y robusto. Mi casa está cerca de la de Estanislao Villamayor. ¿Es usted el nuevo maestro? –preguntó, ansioso. Estábamos esperándolo –completó, más anhelante aún. El Generalísimo quiere que todos los niños sean ilustrados y se está corriendo la voz que serán castigados los padres que se nieguen a recibirlo.
El maestro se rió para sus adentros. Estaba claro que España necesitaba ilustrarse, el temor sólo puede aprisionar a los pueblos incultos. Entre esas y otras expresiones parecidas, Ramiro se acomodó en medio de zapallos y bolsas de harina que el hombrón había canjeado en el pueblo por una gallina, tres docenas de huevos y un litro de vino de su propia cosecha.
Pocos minutos después llegaban a la casa de Villamayor. Según le habían indicado en el Ministerio, en León, en esa casa vivían cinco niños, todos varones y, si el dueño de casa lo permitía, podría instruir a uno o dos niños más de la vecindad.
Ramiro era muy joven y ésta era su primera experiencia como docente, el título de maestro aún tenía la tinta fresca. Estaba orgulloso de la responsabilidad que le cabía. Recordaba muy especialmente a su padre, su maestro de primeras letras, y se proponía dejar su propia huella en el recuerdo de sus educandos. Estaba solo en el mundo. Su padre había muerto bajo el fuego cruzado entre los republicanos y los nacionalistas, sin ser parte activa de ninguno de los dos bandos y su madre había partido poco más de un año atrás, sin haber visto que su único hijo continuaría con la misma pasión paterna.