-Juan Marquez, que historias tan afines a las nuestras. Recuedo en esos inviernos, que eran inviernos de verdad-UN METRO DE NIEVE-Abrías la puerta por la mañana y te encontrabas con una pared de hielo, y todos ¿Pero qué ha pasao esta noche? si ayer caían unas farraspinas de na.
La cocina vieja, era donde curábamos la matanza, estaba a tope guay, con sus salchichones, chorizos, jamones, orejas colgando de los varales, morros, lomos, etc. Atizando todo el día para que curara todo el gocho-BUENO LO QUE QUEDABA DE ÉL-, y al anochecer sacábamos las brasas de la hoguera de la cocina y al brasero debajo de la mesa camilla, no sin antes echarle unas piedras de sal gorda para que los malos humos del brasero se conviertieran en buenos. Así y todo ha habido mucha gente ha muerto por culpa de la mala combustión de los braseros.
-Eso de que te gustan los relatos cortos-PUES VA A SER QUE NO-te enrrollas mogollón de bien. Antiguamente a la calor del brasero, como bien dices no se necesitaba mirar para la caja tonta. Sólo oyendo relatos de tus padres o vecinos valía pa no dormir, porque todas ellas eran de miedo. Recuerdo un día mi padre-ERA MINERO-contaba una historia de una manada de lobos que los siguió desde la salida del tajo hasta casa. Iban tres o cuatro compañeros, la nieve les llegaba hasta las rodillas y como podían iban rompiendo el trabe uno detrás de otro, cuando uno se cansaba de romper le cogía el relevo el otro. Sudaban, bien por el esfuerzo, o bien por el miedo; con sus candiles de la mina a veces alumbraban hacia atrás-NO SE VEÍA NADA-pero se oía las pisadas de los lobos, y casteñeando sus dientes cuando alguno por el cansancio caía de bruces.
-Tras mucho pelear con nieve y malas fieras sedientas de sangre-JOPE QUÉ MIEDO ME ESTÁ DANDO, MEJOR DICHO, SE LES HACÍA LA BOCA AGUA POR LA HAMBRONA QUE PASABAN-llegaron al pueblo, hombres y fieras.
Claro un compañero vivía cerca, el otro más lejos, y el otro más lejos todavía, y el último-HAY ¡EL ÚLTIMO-no había luces ni de candil ni de na, ni siquiera había reflejo de la luna. Todos se dijeron hasta mañana, durmais bien, y esperando a que el último entrara en casa para que los lobos no se fueran a él. Pero qué pasó? todos creyeron había entrado en su morada, pero una de las fieras se le echó encima, -LO QUE ES HACER NO LE HIZO NADA, DIGO DE MORDIDAS-Pero al día siguiente que debía ser sábado y le preguntaron al compi? qué tal?, si había soñado con las alimañas. Pues no contestó-SE HABÍA QUEDADO MUDO DEL SUSTO- Creo luego recuperó el habla, sería con esfuerzo porque logopedas de aquella no había.
-Esta historia la contaba mi padre a menudo, he oído algunas semejantes, pero lo que es verdad, que si pasas un susto grande, grande, a parte de darte un infarto puedes perde el habla.
-ESPERO OS HAYA GUSTADO.
La cocina vieja, era donde curábamos la matanza, estaba a tope guay, con sus salchichones, chorizos, jamones, orejas colgando de los varales, morros, lomos, etc. Atizando todo el día para que curara todo el gocho-BUENO LO QUE QUEDABA DE ÉL-, y al anochecer sacábamos las brasas de la hoguera de la cocina y al brasero debajo de la mesa camilla, no sin antes echarle unas piedras de sal gorda para que los malos humos del brasero se conviertieran en buenos. Así y todo ha habido mucha gente ha muerto por culpa de la mala combustión de los braseros.
-Eso de que te gustan los relatos cortos-PUES VA A SER QUE NO-te enrrollas mogollón de bien. Antiguamente a la calor del brasero, como bien dices no se necesitaba mirar para la caja tonta. Sólo oyendo relatos de tus padres o vecinos valía pa no dormir, porque todas ellas eran de miedo. Recuerdo un día mi padre-ERA MINERO-contaba una historia de una manada de lobos que los siguió desde la salida del tajo hasta casa. Iban tres o cuatro compañeros, la nieve les llegaba hasta las rodillas y como podían iban rompiendo el trabe uno detrás de otro, cuando uno se cansaba de romper le cogía el relevo el otro. Sudaban, bien por el esfuerzo, o bien por el miedo; con sus candiles de la mina a veces alumbraban hacia atrás-NO SE VEÍA NADA-pero se oía las pisadas de los lobos, y casteñeando sus dientes cuando alguno por el cansancio caía de bruces.
-Tras mucho pelear con nieve y malas fieras sedientas de sangre-JOPE QUÉ MIEDO ME ESTÁ DANDO, MEJOR DICHO, SE LES HACÍA LA BOCA AGUA POR LA HAMBRONA QUE PASABAN-llegaron al pueblo, hombres y fieras.
Claro un compañero vivía cerca, el otro más lejos, y el otro más lejos todavía, y el último-HAY ¡EL ÚLTIMO-no había luces ni de candil ni de na, ni siquiera había reflejo de la luna. Todos se dijeron hasta mañana, durmais bien, y esperando a que el último entrara en casa para que los lobos no se fueran a él. Pero qué pasó? todos creyeron había entrado en su morada, pero una de las fieras se le echó encima, -LO QUE ES HACER NO LE HIZO NADA, DIGO DE MORDIDAS-Pero al día siguiente que debía ser sábado y le preguntaron al compi? qué tal?, si había soñado con las alimañas. Pues no contestó-SE HABÍA QUEDADO MUDO DEL SUSTO- Creo luego recuperó el habla, sería con esfuerzo porque logopedas de aquella no había.
-Esta historia la contaba mi padre a menudo, he oído algunas semejantes, pero lo que es verdad, que si pasas un susto grande, grande, a parte de darte un infarto puedes perde el habla.
-ESPERO OS HAYA GUSTADO.