¿Qué había hecho cambiar a Diego Martínez? Posiblemente fuera su encubrimiento, pues de
simple soldado fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó
a su servicio. El orgullo le había trasformado y le había hecho olvidar su juramento de
amor; negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer.
Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas
mas con llanto; pero el corazón del joven capitán de lanceros era una dura piedra y
continuamente le rechazaba.
En su desesperación solo vio un camino para salir de la dura situación en que se encontraba,
ya que en todas partes de la ciudad murmuraban sobre el caso de Diego e Inés, y fue acudir
al gobernador de Toledo que en esta caso era Don Pedro Ruiz de Alarcón y le pidió justicia.
Don Pedro hizo acudir ante él en el tribunal a Don Diego Martínez y a Inés y primero
escuchó a uno contar lo acontecido para más tarde escuchar a Diego negar haber jurado
casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el
gobernador. Era la palabra de uno contra la del otro.
En el momento en el que Diego iba a marcharse con gesto altanero, después de que don Pedro
le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo.
Cuando la joven dijo quien era ese testigo todos se quedaron paralizados por el asombro,
tras un silencio aterrador y una breve consulta de don Pedro con los jueces que le
acompañaban decidieron ir al Cristo de la Vega a tomarle declaración.
Todos se acercaron a la ermita, un tropel de gente acompañaba el cortejo, pues la noticia
del suceso se había extendido como la pólvora. Entraron todos en el claustro, encendieron
ante el Cristo cuatro cirios y se postraron de hinojos a rezar en voz baja. A continuación
un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los jóvenes uno a cada lado y después
de leer la acusación en voz alta, demandó a Jesucristo como testigo:
- ¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por
su mujer desposarla?
Tras unos momentos de expectación y tensión el Cristo bajo su mano derecha, desclavándola
del madero y poniéndola sobre los autos abrió los labios y exclamo:
- Sí Juro.
Ante este hecho los ambos jóvenes renunciaron a las vanidades de este mundo y entraron en
sendos conventos.
simple soldado fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó
a su servicio. El orgullo le había trasformado y le había hecho olvidar su juramento de
amor; negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer.
Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas
mas con llanto; pero el corazón del joven capitán de lanceros era una dura piedra y
continuamente le rechazaba.
En su desesperación solo vio un camino para salir de la dura situación en que se encontraba,
ya que en todas partes de la ciudad murmuraban sobre el caso de Diego e Inés, y fue acudir
al gobernador de Toledo que en esta caso era Don Pedro Ruiz de Alarcón y le pidió justicia.
Don Pedro hizo acudir ante él en el tribunal a Don Diego Martínez y a Inés y primero
escuchó a uno contar lo acontecido para más tarde escuchar a Diego negar haber jurado
casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el
gobernador. Era la palabra de uno contra la del otro.
En el momento en el que Diego iba a marcharse con gesto altanero, después de que don Pedro
le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo.
Cuando la joven dijo quien era ese testigo todos se quedaron paralizados por el asombro,
tras un silencio aterrador y una breve consulta de don Pedro con los jueces que le
acompañaban decidieron ir al Cristo de la Vega a tomarle declaración.
Todos se acercaron a la ermita, un tropel de gente acompañaba el cortejo, pues la noticia
del suceso se había extendido como la pólvora. Entraron todos en el claustro, encendieron
ante el Cristo cuatro cirios y se postraron de hinojos a rezar en voz baja. A continuación
un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los jóvenes uno a cada lado y después
de leer la acusación en voz alta, demandó a Jesucristo como testigo:
- ¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés Diego Martínez por
su mujer desposarla?
Tras unos momentos de expectación y tensión el Cristo bajo su mano derecha, desclavándola
del madero y poniéndola sobre los autos abrió los labios y exclamo:
- Sí Juro.
Ante este hecho los ambos jóvenes renunciaron a las vanidades de este mundo y entraron en
sendos conventos.