Alguien vio que la sirena del capitel del que arranca la primera archivolta de la puerta de, Burgos

Alguien vio que la sirena del capitel del que arranca la primera archivolta de la puerta de acceso a la iglesia de Talancedo había perdido su belleza: la de las manos se le acababan de desprender el espejo y el pez que sostenían, y un rictus amargo, que aún conserva, refleja la desesperanza dantesca, el "lasciagte ogni speranza, voy ch'intrate" de los que no acertaron a seguir su senda guiados por el pensamiento del poeta: "e il cammino precorso per ritrovare la veritá".

Por el pueblo se continuó hablando durante mucho tiempo del romero prodigioso. Cuando se indagaba por lo que había ocurrido, sólo el tonto acertaba a dar una versión:

"Nada que se equivocó de camino y no supo volver a su casa".

Para dar testimonio de esta historia, además del recuerdo vivo en un convento de monjas y los más viejos del pueblo, aún queda en su relicario la calabaza de oro. Ésta, tras su venta, siguió un azaroso viaje por tierras y compradores - descrito de manera inusual en las dos hojas arrancadas del libro inventario-, yendo a parar a manos del muy noble don Juan Fernández de Velasco. Se sabe que anduvo la áurea calabaza, durante aquel tiempo, de cambios y trajines, metida en sospechosas liturgias angélico-demoniácas; pero eran tiempos en los que áun calentaban las hogueras de la Inquisición.

Al último dueño le comenzó a quemar la reliquia en la mano; la discreta prudencia se impuso a la curiosidad y acabó, con cierta premura, siendo obsequiada al muy poderoso Duque de Lerma que la reintegró al lugar de su hallazgo, donándola al convento de las Madres Clarisas.

En el relicario donde se conserva reza: "Contiene gotas de leche de la Santísima Virgen María".