Por fin me siento esta mañana que ya era hora, pero...

Ahora toca otra vez volver atrás, al colegio donde tuve tanta suerte aquel año en publicar lo que acontecía allí: Partidas de ajedrez entre los escolares. Se me ha hecho tarde, y creo que en la foto no se lee bien. Ya lo escribiré, que paciencia no me falta.

Una vez empecé a practicar la escritura a máquina, escribiendo recetas de cocina en una olivetti azul portátil que todavía conservo, y mi primera máquina. Porque sí y porque quería empezar a escribir más rápido. No será por rapidez. Si tardo es porque selecciono mucho, o escribo a mano, o vuelvo releer lo que un día escribí y tengo que poner lo que mejor me parezca de tanto material. Y porque, a veces, las menos ya, una vez tenía un escrito se me borraba y tenía que volverlo a escribir. Por tantas cosas. O por el tema de las fotos que aunque es rápido te lleva mucho tiempo.

Por fin me siento esta mañana que ya era hora, pero siempre hay obligaciones y antes es la obligación que la devoción. Esto es por vocación y donde se puede se escribe en tiempos de crisis.

Hoy les ha tocado el turno a algunas de mis plantas que el invierno deja siempre macetas vacías. Hoy he sido justa con una que dejé por un golpe de gracia en la escalera - y se ha ganado una maceta mayor porque más verde y con las hojas más anchas no la tengo. Continuamente, a poco que te entretengas, las plantas te llaman y te piden un poco de tiempo. Luego, son de lo más agradecidas.
Una la pobre, con unas hojas diminutas que ya veremos si retorna a la vida: es la planta del incienso. Esperemos que resucite; y si no, ya la repondré. Es muy duro ser planta tropical en Burgos. De Madagascar es originaria. Creí que la hacía un favor trasladándola a un sitio mejor y casi se muere.
¡Qué mundo este de las plantas, tan complicado y tan sencillo a la vez!

Ahora toca una partida múltiple de ajedrez, a muchas bandas. ¡Ojalá supiera jugar bien al ajedrez, pero ni tengo quien me enseñe, y lo poco que sé, no lo puedo practicar tampoco. Antes del ajedrez, os voy a contar una anécdota muy graciosa de mi profesor de química del barrio de Entrevías. Ni me acuerdo de cómo se llamaba. Y de otros y otras sí. Me acuerdo mucho de Margarita, la profesora de Historia y de Isaac, el profesor de Inglés. Y de Jaime, el profe de mates. ¡Menudo chiflado y cuántas bobadas hacía "seriamente". ¡Tiempos aquellos! Del de filosofía, tampoco recuerdo el nombre, pero fue genial conmigo, cuando más lo necesitaba. Me dejó partirme de risa en clase, y me dio la oportunidad de salir fuera, tranquilizarme, y volver al examen. Y volví a poner lo que sabía. Los nervios a veces te producen risa incontrolada o llanto.