EN PRIMERA FILA....

EN PRIMERA FILA.

Porno, móviles y niños rotos.

Jobs no dejó el iPad a sus hijas hasta pasados los quince años. Nosotros nos creemos más listos y dejamos el móvil a los bebés.

Actualizado:

22/07/2019 23:42h.

El neuropsicólogo español Álvaro Bilbao pronosticó en 2015 que dentro de unos años los teléfonos móviles y las tabletas se venderán con un largo prospecto que informará de los riesgos y efectos secundarios de su uso. Ese click sucederá cuando las cifras de jóvenes con vidas rotas por el abuso de estas tecnologías llegue a percibirse como un problema.

Sus fabricantes ya saben que lo es. En 2010, Steve Jobs admitió que sus hijas de 15 y 12 años aún no habían usado el iPad y que su acceso a la tecnología estaba restringido. Jobs tenía fama de extraño pero no fue el primer ni el único genio tecnológico que apartó a su prole de los productos que vendía al mundo. Bill Gates vetó el uso del ordenador e internet a sus tres hijos hasta los diez años. Y no les permitió acceder con barra libre. El libro «El cerebro del niño explicado a los padres» cuenta que no podían dedicar más de 45 minutos de lunes a viernes, y una hora diaria el fin de semana. Ni uno ni otro pensaba que el acceso precoz a la tecnología fuera a hacer más inteligentes, a sus hijos, sino que primero debían conocer y entender el funcionamiento del mundo real.

Nosotros nos creemos más listos que ellos y le estamos dando el móvil o la tableta a los bebés de menos de tres años durante 22 minutos de media. Una cifra que crece con la edad hasta los 87 minutos en los chavales de 16 a 18 años, según Tiendeo. Como hablamos de media, habrá críos que se pasen cinco horas aislados en su aparato, mientras las bicicletas y pelotas crían polvo en el garaje.

Cuando Jobs y Gates restringían el uso de la tecnología a sus hijos ni siquiera existían los peligros de hoy. Ni el «sexting» (intercambio de mensajes de tipo sexual), la «sextorsión» (chantaje tras compartir contenido erótico propio) o el «grooming» (engaño y acoso de adultos a menores). Sin embargo, en España hay una fiebre por los «smartphones». Es el país que tiene más dispositivos de este tipo por habitante. Y este ansia ha adelantado hasta los ocho años la edad del primer contacto con la pornografía en los casos más precoces. Lo advirtió en junio un estudio de la Universidad de Baleares: «Nueva pornografía y cambios en las redes interpesonales». El dato no es baladí. El mismo trabajo recoge que en 2015 un metaanálisis, realizado en siete países, reveló una «asociación significativa» entre el consumo de contenido obsceno y las agresiones sexuales. Cuanto antes accede el cerebro a la pornografía, menos preparado está para entender que no es real.

Nuestra sociedad está completamente tecnologizada y no se puede -ni se debe- dar marcha atrás a este fenómeno. Pero las familias deben ser conscientes de que el abuso y el mal uso de los dispositivos entrañan peligros potenciales y son perniciosos para un cerebro en desarrollo. ¿Es la solución prohibir el uso? Evidentemente no, sería como intentar poner puertas al campo. La Policía Nacional, neurólogos y sociólogos aconsejan esperar a los 12 años antes de entregar un móvil sin internet a un niño. Y recuerdan que el propio WhatsApp establece el acceso a su red en los 16 años. Hablamos, por tanto, de retrasar la edad de acceso, limitar el tiempo de uso, controlar el contenido y educar en los peligros. Igual que se enseña a un niño pequeño que no puede cruzar la calle sin mirar. Para eso también necesario superar tabúes y educar en sexualidad dentro de la familia. Si no lo hacemos, se zambullirán en la red con su fantástica y maravillosa inocencia. Y correrán el riesgo de convertirse en niños rotos.

Ana I. Sánchez.

Corresponsal.