Creo que la corrupción en general ha venido ocurriendo desde toda la vida, por eso los griegos discutían estos problemas de la mayor importancia en la Asamblea Nacional. Véase por ejemplo la obra de Platón 'La república', en la que ya preveía y daba indicaciones concretas de control sobre los asuntos del Estado.
Posteriormente los romanos veían con cierta normalidad lo que hoy se entiende como corrupción, como un tipo de remuneración por los servicios prestados a la 'res publica' por todos los cargos de responsabilidad, empezando por el mismo emperador.
Pero con esta pequeña introducción no pretendo justificar a la corrupción, ni mucho menos, pues desde los griegos y los romanos ha pasado mucho tiempo y el Estado moderno no puede funcionar bajo la constante amenaza de la corrupción, como es natural.
Tampoco tenemos que pensar en que con cambiar de personas se elimina la corrupción, pues eso sería una utopía de párvulos. Para controlar (que no acabar) con la corrupción es necesario, como decía Platón, primero que las personas encargadas de los asuntos públicos presenten sus cuentas al ingresar y al terminar en los puestos para los que han sido asignados. Hay que entender que el cargo público lo otorga el pueblo, no el partido, y por lo tanto el responsable debe responder a ese pueblo de una forma honrada y pulcra; tiene que hacer su trabajo siguiendo las leyes escrupulosamente, entender que está ahí temporalmente nada más y debe aceptarlo como un gran honor al servicio de su nación, nunca como un medio para enriquecerse. En el caso de que por la razón que fuera se corrompiera, la asamblea, es decir, los jueces determinarán el tipo de falta y aplicarán el castigo correspondiente. Lo que nunca debería hacer es continuar desempeñando cargo público alguno mientras se resuelve o si ha sido condenado. Devolver el dinero defraudado debería considerarse un atenuante, pero no un eximente.
Hay muchas formas de corrupción pública y privada, la más repugnante es la que exige comisiones por el servicio público o por el negocio de otro aprovechándose de su posición. Estás personas deberían ser apartadas de sus cargos inmediatamente. Hay casos tan terribles como los que se juzgan actualmente en España y el Estado no sólo tiene que agilizar la justicia para limpiar a la sociedad de corrupción, sino de fijar las normas de control y vigilancia a través de los CYFDSDE, de los mismos partidos políticos y de la colaboración ciudadana.
Posteriormente los romanos veían con cierta normalidad lo que hoy se entiende como corrupción, como un tipo de remuneración por los servicios prestados a la 'res publica' por todos los cargos de responsabilidad, empezando por el mismo emperador.
Pero con esta pequeña introducción no pretendo justificar a la corrupción, ni mucho menos, pues desde los griegos y los romanos ha pasado mucho tiempo y el Estado moderno no puede funcionar bajo la constante amenaza de la corrupción, como es natural.
Tampoco tenemos que pensar en que con cambiar de personas se elimina la corrupción, pues eso sería una utopía de párvulos. Para controlar (que no acabar) con la corrupción es necesario, como decía Platón, primero que las personas encargadas de los asuntos públicos presenten sus cuentas al ingresar y al terminar en los puestos para los que han sido asignados. Hay que entender que el cargo público lo otorga el pueblo, no el partido, y por lo tanto el responsable debe responder a ese pueblo de una forma honrada y pulcra; tiene que hacer su trabajo siguiendo las leyes escrupulosamente, entender que está ahí temporalmente nada más y debe aceptarlo como un gran honor al servicio de su nación, nunca como un medio para enriquecerse. En el caso de que por la razón que fuera se corrompiera, la asamblea, es decir, los jueces determinarán el tipo de falta y aplicarán el castigo correspondiente. Lo que nunca debería hacer es continuar desempeñando cargo público alguno mientras se resuelve o si ha sido condenado. Devolver el dinero defraudado debería considerarse un atenuante, pero no un eximente.
Hay muchas formas de corrupción pública y privada, la más repugnante es la que exige comisiones por el servicio público o por el negocio de otro aprovechándose de su posición. Estás personas deberían ser apartadas de sus cargos inmediatamente. Hay casos tan terribles como los que se juzgan actualmente en España y el Estado no sólo tiene que agilizar la justicia para limpiar a la sociedad de corrupción, sino de fijar las normas de control y vigilancia a través de los CYFDSDE, de los mismos partidos políticos y de la colaboración ciudadana.