Entonces decía el nombre de la persona que tenia que...

Esto que os cuento no es una Historia de mi pueblo, es más bien la cualidad de un personaje muy querido de mi pueblo.
Allá en los últimos años del siglo XIX nació un hombre serio, trabajador, callado al que su madre trasmitió cómo curar las fiebres tercianas (muchos años después le dieron el nombre de paludismo) muy peligrosas y con un índice altísimo de mortandad en aquellos momentos, ignoraban cómo se contraían y en consecuencia cómo curarlas.
A este hombre acudían importantes personajes de la región, grandes terratenientes, médicos, sacerdotes. Habitualmente lo hacían en secreto, no querían que nadie supiera que acudían a él, un simple labrador.
No usaba magia, ni hierbas, ni sanguijuelas ni cataplasmas.
Sólo utilizaba.............

Sólo utilizaba sal y este rito
Tomaba sal en las manos, cerraba los puños, salía al amanecer de casa, caminaba buscando un charco de agua que procediera de lluvia o agua que no corriera, no hablaba con nadie por el camino aunque se cruzará con vecinos, caminaba y caminaba hasta llegar a ese charco y entonces....

Entonces decía el nombre de la persona que tenia que curar.
(Estas fiebres eran muy altas, daban días alternos, no se encontraba cura).
Se volvía de espalda al charco, tiraba los puñados de sal al agua, decía unas palabras y volvía por donde había ido.
No podía hablar con nadie, debía entrar a su casa por la misma puerta que había salido (jamás por otra), sacudirse las manos en el salero.
No había nadie que pudiera engañarle, él sabía perfectamente si las había curado.
Sabéis porqué?
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Más de una vez, esos señoritos con grandes fortunas intentaban engañar a ese pobre labrador. No, usted no ha curado a mi esposa, le decían. Nuestro campesino nunca cobraba nada, ni en dinero ni en especies, sólo lo que buenamente le daban (los que podían hacerlo). Era pobre y honrado, pero sobretodo era inteligente. Les miraba a los ojos fijamente, sin decirles nada. El señorito parpadeaba, asombrado, un campesino sosteniendo su mirada! Qué atrevimiento!
Si, señor, su esposa está curada. Usted lo sabe perfectamente. Los médicos a los que ud. acudía, en Madrid, Barcelona, le dijeron que no tenía solución. Morirá, le decían. Su esposa no va a morir de estas fiebres. Su esposa está curada.
Cómo lo sabe ud, no ha visto a mi esposa!
No me hace falta, le contestaba.
Lo sabia por que cada vez que curaba a una persona, a él le daba la fiebre. Esa era la confirmación de que había curado. Esa noche la fiebre le ataba a la cama, no podía moverse, eran mucho más fuerte que las que le daban al enfermo.
Una vez en el pueblo les dio la fiebre a 2 personas a la vez. He intentó curar a las 2 (lo consiguió) en el mismo día. Su fiebre fue tan alta que la familia tuvo que llamar al médico con gran urgencia.
El médico acudió, le miró y supo el motivo de su alta fiebre. Él mismo, ante la imposibilidad de que la medicina convencional encontrara solución a la enfermedad, le había dado un papel con el nombre de los dos enfermos.
Se sentía culpable del estado de este campesino, peligraba su vida..... ... (ver texto completo)