Viendo ponerse el sol en DOUZ

Llegamos a Douz a las cuatro de la tarde, después de noventa minutos de carretera imposible y paisaje lunar. Duoz significa dulce y ahora me lo explico; es una gran productora de dátiles.

Fuimos directamente a la zona desértica y yo, que había jurado no subirme en dromedario en mi vida, me ví en menos de cinco minutos jorobada sobre la joroba de un bicho de éstos.

El responsable se vengó bien de mí, me subió a todas las dunas más altas y movedizas y yo, para que se apiadara, intenté entablar conversación con él y me dijo que tenía ocho hijos, huit, huit... ¡Madre mía y tan joven!. La luz era especial y detrás de unas dunas vimos el típico zorrillo del desierto y yo me empeñé en que era un chacal. chacal, no.... me decía el guía; ¡SI YO SÓLO LO HACÍA POR ESO DEL GLAMOUR!.

No he visto sol tan grande escondiéndose tras las dunas, ni tan naranja, ni tan diáfano. Nos hicimos la foto de rigor, pero cuando fuimos a recogerla no estaba, no salió.... creo que les rompí la máquina de la cara de miedo que tenía.

Llegamos al hotel casi de noche y como hacía tanto frío, fuimos a la piscina climatizada para entrar en calor. El agua estaba de muerte. Aparece un señor de pronto todo vestido de blanco, como un enfermero y nos dice: ¿"HAMAM, HAMAM"? Y le contesto,"NON, HAMAM, NON..... JAMÓN, JAMÓN OUI".

Me miró y me dijo adiós con risilla de conejo. El hotel era bastante bueno, mejor que el de la playa y eso que eran de la misma cadena, muy bien equipado para el frío del desierto. Cenamos guay del Paraguay después del cuscús de Matmata y nos fuimos a dormir porque al día siguiente salíamos a las cuatro de la mañana para ver amanecer en EL LAGO SALADO.