RELATO DEL CAMINO DE SANTIAGO, Literatura

RELATO DEL CAMINO DE SANTIAGO

MARÍA LA HOSPITALERA II

No podía ya negarme por más tiempo. En realidad, tiempo tuve de conocerla por mi misma, y de comprobar que era cierto lo que se decía de ella.

Irradiaba calor, daba consejos, si se los pedías. Pero también lloraba, también ella, aparentemente tan fuerte, estaba necesitada de afecto. Y de vez en cuando, comía dulces para llenar ese huequecito que queda en el alma si tienes que salir un día de tu tierra, y ves difícil tu vuelta.

Me dio tiempo a comprobar con qué mujer me había topado por una de esas casualidades del destino, o providencias. Que depende quien, lo llama de una forma o de otra; adaptadas a sus creencias para nombrar algo desconocido, en realidad.

El invierno en Burgos, fue largo, húmedo y frío. Ya escaseaban los peregrinos aunque, de cuando en cuando, alguno llamaba a su puerta, particularmente abierta a todos ellos. Fuera quedaban las inclemencias, y una vez dentro, se encendía un cálido respirar que brotaba de la chimenea, siempre activa, y de los guisos de María, llenos de imaginación. O a lo mejor, pensaba yo, ella era la responsable de todo lo bueno que allí estaba pasando.

Podía ofrecer algo tan sencillo como una taza de infusión, de café, té, etc... En todo ponía un toque especial. La brasileña decía que solo ponía cariño, pero yo digo que su toque era mágico.

Fuera quedaba el oscuro atardecer, y una vez dentro, el tiempo dejaba de pasar. Habíamos encontrado a María, un verdadero ángel protector de mi amiga y de los peregrinos, en general. del vecino, del amigo, del conocido...

Pero María lloró por segunda vez, mientras todo parecía como antes. Si no hubiese sido por sus lágrimas, que no mostraba a cualquiera, sino a quien sabía podía comprenderla, y así, aliviar su pena.

- ¿Qué tienes, María? -Y ella te respondía:

-Tengo nostalgia. Y ya no necesitábamos preguntar mas. Nos bastaba leer en sus ojos la amargura, que a veces, la distancia de tu lugar de origen puede provocar en ti para comprender la pena de María.

¿Quien no ha sufrido ese sentimiento que provoca el destierro de las personas? Las que lo hayan vivido, si pueden comprender a María.