JULIÁN, Literatura

JULIÁN
Era la primera ocupación matinal en un domingo cualquiera para Julián. Lo primero, acudir fielmente a la recogida de su periódico, "Diario de Burgos".
Apilados en una de las ventanas próximas al "Bar Ruiz", caso de no llover. Sus manos iban pasando los periódicos hasta dar con el suyo, y una vez con él en la mano, emprendía su camino de vuelta a su casa.

Cuando llueve, es distinto, porque entonces la prensa la deja el repartidor en una cabina de teléfonos. Bastante descuidada, y sin puerta, por cierto.
E incluso, creo que esté en desuso. No debe tener línea ya. Pero sin embargo, cumple la función protectora de los diarios dominicales, pues éstos, normalmente, son distribuidos por los carteros en día laborable. Los sábados les dejan puerta a puerta, personas que se encargan de ello; y los domingos, todos juntos en una ventana habitual, o en una cabina, dependiendo de la climatología propia del día.

Julián se levantó pronto, se aseó, fue a por la prensa y al llegar a su casa se sentó a leer un rato mientras se hacía la hora de ir a misa. Y se quedó dormido, con el periódico en la mano.

Al acabar la misa las campanas empezaron a tocar como siempre, a la una. Pero se pasó la cadencia habitual, y las campanas siguieron tocando como por inercia, notas cada vez mas largas, inacabables, diría yo.
" ¿Quien se habrá muerto?"
Todavía, en los pueblos queda esa preocupación, esa curiosidad cuando las campanas repiten sus notas de lamento. Su toque a funeral.

"Ha sido Julián", me dijeron. "Pero si ayer mismo hablé con él".
Si pero su muerte ha sido repentina. Se quedó en un banco de su cochera esperando para ir a misa, ya listo, y preparado hasta que dieran las doce. Y las doce llegaron y él no se levantó del banco donde se había sentado a leer su periódico de toda la vida.

Por la tarde me llamaron para preguntarme a qué hora podría estar en casa para firmar una defunción acaecida esa misma mañana.
"Voy a estar en casa porque llueve y hace frío, o sea que podéis venir cuando queráis"
El recepcionista me dijo que me llevarían la hoja de enterramiento, y el sobre con toda la documentación, la dejarían en el juzgado.

Le dije: " ¿Pero sabes que día es hoy? Si es domingo, el juzgado no está abierto. Y de toda la documentación me tengo que hacer cargo yo. ¿Eres nuevo?.", le dije.

"Pues sí, lo soy, perdone el lapso".

"No pasa nada un error lo tiene cualquiera", y colgué el teléfono.

Será la defunción de Julián, me dije. Me quedé pensando en el día en que le vi cargado con sus bolsas de la compra y le quise ayudar porque me pillaba de camino mi paseo y se negó rotundamente.
"No, no que puedo yo", me dijo.

Ya había tenido algún que otro aviso pero no quería reconocerlo porque sus hijos le reñirían entonces. "No te cuidas, no haces caso de la comida ni de la bebida"
Y como él lo sabía, prefería no preocupar a nadie, vivir su vida, y que nadie se preocupase por él.
Era muy amable y le gustaba conversar con todos los vecinos. Aunque algunos ya no le invitaban a la bodega, porque sabían que el vino no le sentaba bien, lo tenía prohibido.
Aún así él se tomaba los vinillos que le apetecían y cuando quería, porque vivía solo. Sus hijos y sus nietos venían a verle todos los fines de semana y él se ocupaba de que no les faltase de nada nunca, y por eso iba tan cargado a su casa, no lejos de la tienda pero sin el carrito de la compra porque con esas bolsas bien podía él.
Siempre con un saludo, una sonrisa, y ganas de hablar de cualquier cosa porque todo para él era importante sabiendo que su tiempo se estaba acabando por momentos.