....

.

Gracias por su comprensión y por leer lo que pongo.

Yo me considero católico, pero practico poco.
No obstante, me ayuda mucho a llevar mi vida.

Sé que creer o no creer en una religión es una cuestión personal, que se acepta en una dimensión de las personas más allá de la razón y los sentimientos.

No tiene uno nada más que ver a tios como carros llorando como chiquillos ante la imagen de la Virgen.
El catolicismo es duro de asumir.
No le añado más a este respecto.

En cuanto a mi experiencia, que he comentado, sigo sin comprenderla. Es totalmente cierta, se lo puedo asegurar.
Piense que no gano nada en inventar una patraña.

El lavadero estaba nítido en mi mente, tal como lo observaba en la realidad. La sensación que tuve en ese momento no se la comenté a mi señora hasta pasados varios años después.

Lo más sorprendente es que había una coincidencia exacta entre lo real y la imagen mental. Si la impresión procedía de mi infancia, lo más probable es que hubiese cambiado algo con los años, pero no era así. El lugar me era tan familiar como cualquier otro de mi vida cotidiana.

Le voy a añadir algo más. Ya que veo que Vd está interesado en experiencias paranormales, religiosas, etc.

Durante mi infancia, entre los 6 y los 12 años, yo era muy aprensivo. Tenía un miedo insuperable a echar sangre por la nariz.
Tal era mi sufrimiento, que bastaba un simple roce sobre mi nariz, hecho por mí o cualquie otro, para que expontáneamente me pusiese a sangrar a chorro.
Debía de ser algo mental que yo no podía controlar. Y le digo esto porque en algunas situaciones, por ejemplo, ante un sorbo de agua o una bocanada de humo, no hacía falta que algo golpeara mi nariz, solo con pensarlo, yo me provocaba la hemorragia.

Así estuve, hasta que un año cogí una buena gripe en el colegio y me llevaron varios días a la enfermería. Como era de esperar, mi catarro se cruzó con la debilidad de mi nariz, y una noche comencé a echar sangre a borbotones. Temblaba de miedo. La noche estaba bien entrada y llamaron al enfermero que teníamos en el colegio, éste al ver mi estado y mis temblores, no tuvo otra ocurrencia que meterme en el lavabo de la enfermería y ponerme boca abajo sobre el water, diciéndome "VES COMO NO TE MUERES", al mismo tiempo que yo veía caer dos hilos de sangre de mi nariz. Tras uno o dos minutos en esa postura, me incorporó, tomó una toalla y con ella me estrujó fuertemente la nariz. ¡DEJÉ DE SANGRAR AL INSTANTE!

Y lo más sorprendente, a lo largo del resto de mi vida no volví a sangrar, ¡NI SIQUIERA CUANDO RECIBÍA EN MI NARIZ PELOTAZOS DE FUTBOL QUE ME TUMBABAN!

Para esto SÍ que tengo una explicación, me la reservo, pero no hay duda de que la culpa de todo la tenía mi propia mente.

Saludos