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"El PSOE espera un cambio profundo en sus órganos tras la salida de José Luis Ábalos". Dice el editorial que "Pedro Sánchez inaugura la segunda mitad de su legislatura rodeado de una corte en la que sobresalen su juventud e inexperiencia en el campo del rifirrafe, de los globos-sonda y la sobreactuación, actividades que dominaban sus anteriores colaboradores".

Ignacio Camacho dice que "con la escabechina del día de san Cristóbal, Sánchez ha intentado desmarcarse de sus propias huellas, conjurar su desgaste ajusticiando sombras de la forma más cruenta, poner distancia con sus fracasos y abrir la expectativa de una nueva época. No busca soluciones sino olvido, no persigue eficacia sino amnesia. Siente en el cogote el aliento de la derecha y pretende enderezar las encuestas arrojando por el barranco los fantasmas junto a los que ha atravesado la pandemia y cruzado la línea roja de la humillación ante los enemigos de la convivencia". Como si él pasara por allí y no tuviera nada que ver.

"Nada ha cambiado, salvo algunos nombre. Ningún cambio de equipo va a alterar la correlación de fuerzas que determina el signo de su política. Los dueños de su agenda son la extrema izquierda y el independentismo: dos minorías anticonstitucionales con desaprensiva vocación chantajista". Cambiar los nombres de los ministros no cambia nada y solo entretiene por un tiempo a los medios de comunicación.