EL VALOR DE LA PALABRA...

  EL VALOR DE LA PALABRA
 
   Aquel cuerpo curtido por la vida,
tras mil trabajos y vicisitudes,
guardaba dentro de su corazón
una nobleza que no era común.
  
   Vivía de la sierra en lo más recóndito,
donde las noticias no existían,
y si llegaba alguna,
tardaba muchos días por el camino;
donde no había maestros
y un cuasiexperto se contratataba;
donde el "frigo" enfriaba con gas butano,
donde en la comida la familia hablaba,
donde no obstante todo, o quizás por eso,
se vivía en paz.

Nuestro hombre, una vez cada mes,
solia bajar al pueblo con su par de mulos,
a buscar suministro, como él lo llamaba.
Yo, que hice de todo en mis años mozos
-igual planchaba un huevo que freía una corbata-,
sabedor de que su hijo lo quería,
tuve la suerte de venderle un coche,
por el que había de entregarme en señal,
de pesetas unas cuantas miles.
Sin mediar por su parte petición,
fui a entregarle recibo firmado,
y entonces afloró el hombre cabal,
que, sujetándome la mano, dijo:
-"No necesito recibo. Vista su intención
me basta su palabra".

Así era el "Tío Andrés, del Prao Juan Ruiz".

Plazalagua.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Fantástico.
Esta historia ya la conocía, pero no recuerdo ahora dónde la he leído antes.
(En prosa)

Ya me impresionó.
Buenas noches.
Verdadero Plazalagua, la palabra era sagrada, hoy ya se niega hasta lo que está escrito.