primer acto, continuación— 24 —...

primer acto, continuación— 24 —

MalvalOCa. Admirada. ¡Ah!

Mariquita. Conque fué el amo de la taberna al oiría,
y echó á la caye ar borrachote, y á eya le dio una li-
mosna mu güeña. Y ar día siguiente vino el hombre ya
fresco aquí á pedirle perdón. Y hubo que oí á la her
mana Piedá; porque sabe mucho.

Malvaloca. ¿Es aqueya que cose?

Mariquita. No, señora. La hermana Piedá es mu
guapita. Es de Madrí. Se casó mu joven, se le murió er
marío der pecho, y entonses entró en esta casa, porque
dijo que ya no tenía que queré á nadie en er mundo.
Si sale, yo le diré cuál es.

En el corredor, por la izquierda, aparece en esto SALVADOR, el
compañero de Leonardo. Es hombre de su edad, poco más ó menos,
y de fisonomía inteligente y despierta. Trae'^el brazo izquierdo des-
cansando en un pañuelo de seda anudado al cuello. Al ver á Malva-
loca allí se sorprende vivamente y se alegra.

Salvador. Pero ¿es verdá lo que ven mis ojos?

iVIalvaloca. ¡Chiquiyo!

Salvador. ¡Marvaloca! ¿Tú por aquí? ¿Qué es esto?

Malvaloca. ¡Que vengo á verte!

Salvador. Dios te lo pague, mujé, Dios te lo pague.

Malvaloca. ¿Cómo van esas quemaúras?

Salvador. Ya pasaron.

Malvaloca. Más vale así. Te he traío la buena.

Salvador. Tú á mí siempre. Siéntate un ratito.

Malvaloca. ¡Pos no que no!

Mariquita. ¿Es tu novia?

Salvador. Lo fué. Me dejó por otro.

Malvaloca. Diga usté que es un embustero.

Salvador. ¿Te gusta?

Mariquita. Es guapa. Y mira. Le enseña la moneda:

Salvador. ¡Espantárame á mí!
Mariquita. Riéndose. ¡Díse que pa un sombrero! Que
Dios la bendiga.

Malvaloca. Vaya usté con Dios.

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Sigue su camino Mariquita, reinando en el zagalejo que se va a
•comprar.

Salvador. con satisfacción á Malvaloca. ¿Qué hay?

Malvaloca. Que me alegro de verte, hombre.

Salvador. Y yo á ti.

Malvaloca. ¡Mía que vení á tus años á para en un
asilo e viejos!

Salvador. Las vuertas que da er mundo. En cam-
bio por ti no pasan días: sigues tan guapa.

Malvaloca. Tus ojos. Y el cuartito de hora después de
lavarme. Ya me han contao cómo te portaste er día de
la desgrasia... Vamos, que estuviste hecho un valiente.

Salvador. ¿Quién te lo ha contao?

Malvaloca. Tu amigo.

Salvador. ¿Qué amigo?

Malvaloca. Er sosio.

Salvador. ¿Está aquí?

Malvaloca. ¡Toma! Y se ha ido á buscarte aya den-
tro. Y antes una monja. ¿Dónde estabas metió?

Salvador. En la torre estaba.

Malvaloca. ¿Te da por las sigüeñas ahora?

Salvador. No.

Malvaloca. ¡Pos arguna conozco yo que paese una
sigüeña! ¡Mar tiro le peguen! ¡Cómo se te va estropean-
do er gusto con la edá!

Salvador. Riéndose. Mientras no dejes de gustarme
tú... ' '■■■■& #9632;'

Malvaloca. Aquí ya no hay candela: á la otra es-
cuela.

Salvador. ¿Has hablao mucho con Leonardo?

Malvaloca. ¿Con quién?

Salvador. Con mi compañero: con Leonardo.

Malvaloca. Ah, ¿se llama Leonardo? Pos Leonardo
la mira á una que paese que va á retratarla. Es mu se-
rio, ¿no?

Salvador. Muy serio. Y una gran persona, además.

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Malvaloca. ¿Entonses, cómo es amigo tuyoV

Salvador. Porque los extremos se tocan.

Malvaloca. ¿Los extremos?

Salvador. Sí. Leonardo tiene lo que yo más envi-
dio: volunta. Es rarito, rarito... Pero va adonde quiere.
Hay que sabe yevarle er genio, eso sí. Á lo mejó ge
arranca... En fin, este es el hombre: podía en su tierra,
con su padre, que también tiene una fundisión, viví
tranquilamente y á gusto; pero er padre enviudó, quiso
casarse por segunda vez, y Leonardo le dijo, cogiendo á
una hermanita que tiene: «Ni mi hermana ni yo que-
remos otra madre que aquéya.» Y anochesió en la casa
y no amanesió. Yevó á la hermana con unos tíos que
suspiraban por tené hijos, y ér se echó á vola por er
mundo, buscando aventuras.

Malvaloca. Pos mira: eso prueba que es un hombre
de corasón.

Salvador. Y lo es. Aunque se las echa de inflexible
y de hombre de asero.

Malvaloca. ¿Vive ya la hermana con é?

Salvador. No: sigue viviendo con los tíos. Pero aho-
ra va á vení á pasa unos días con Leonardo.

Malvaloca. ¿Ér no es andaluz, por supuesto?

Salvador. No: es de Asturias.

Malvaloca. ¿Y pa qué se fué á nasé tan lejos?

Salvador. ¡Qué sé yo! ¡Chiquiya, lo que te agradezca
esta visita!

Malvaloca. ¿Quiés cavarte? ¿Tú no hubieras hecho
lo mismo? Ya sabes cómo soy. Me dijo una amiga: « ¿Te
has enterao de que Sarvadó está en parriyas, como San
Lorenso?» Y hé er petate. Tú me conoses: tengo er co-
rasón en la cabesa.

Salvador. ¡Er corasón en la cabesa!...

Malvaloca. ¿No es verdá?

Salvador. Sí es verdá, sí; porque la cabesa no la
tienes en ninguna parte.

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Malvaloca. Así no padezco jaquecas.

Salvador. ¿Y en er sitio der corasón, qué tienes^
ahora?

Malvaloca. Er sola, con una vaya y un perro pa que
no entre nadie.

Salvador. Pos á mí me han dicho que un ale-
mán...

Malvaloca. ¡Vamos, quita! Ni en verano bebo yo-
servesa.

Salvador. ¿Sigues en Seviya?

Malvaloca. Por lo pronto, sí.

Salvador. ¿^ tu madre?

Malvaloca. En. Sestona.

Salvador. Riéndose. ¿En Sestona?

Malvaloca. No te rías; en Sestona ó en Fitero ó en
Vichy. Aya eya. Es la misma de siempre. Que tenga
dinero: «Hija de mi arma, sentrañas, corasón, alegría
de su vieja...» To er surtió. Que me ve con la noche y
er día y que er sielo se nubla: me agarra dos mantones,
los empeña y toma er tren pa un barneario. ¡Yo no he-
Wsto una mujé que beba más agua de toas clases! salva-
dor suelta la carcajada. Así CStá eya: hiucllá.

Salvador. ¿Y tu padre?

Malvaloca. Mi padre es otro estilo: ése no es agua la
que bebe. Es un tone. En fin, no quieo acordarme de
mi gente. ¡Josú! Si como me sacaron bonita me sacan
fea, te los mando á un crisó de esos de tu fábrica.

Salvador. Siempre estás á tiempo.

Malvaloca. Déjalos; pobresiyos. ¿Y tu viejo? ¿En er
pueblo?

Salvador. Sí: en er pueblo sigue.

Malvaloca. ¿Con la fotografía?

Salvador. Y con una tiendesita e morduras que ha
puesto hase un año. Se defiende el hombre. Pienso ye-
garme á verlo cuando me den de arta, pa que se con-
vensa de que esto de las quemaúras no ha sío na.

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Mal val oca. Pero ha podio sé, Sarvadó.

Salvador. Lauses del ofisio.

Malvaloca. Es verdá. ¿Cómo te ha dao er venate de
meterte á húngaro?

Salvador. ¿Á húngaro?

Malvaloca. Á fundido: es iguá.

Salvador. Siempre pité un poco por ese lao: acuér-
date. Conosi á este amigo, nos caímos en grasia el uno
al otro y no hiso farta más. Er tiene muchas ilusiones;
yo no tengo tantas, pero me gusta que ér las tenga. Con-
que ahí está mi fundisión pa lo que tú quieras mandar-
jne. ¿Se te ofrese argo?

Malvaloca. Hombre, sí: vas á haserme dos grifos.

Salvador. ¿Dos grifos?

Malvaloca. Sí; uno pa mi padre y otro pa mi madre.

8e ríen los dos.

Salvador. En cuantito que vuerva ar tayé será lo
primero que haga.

Malvaloca. ¿Te quedan aquí muchos días?

Salvador. Ya no; ya estaré pocos.

Malvaloca. Pos mira, por si vengo otra vez á verte,
TÍO digas quién soy.

Salvador. ¿Por qué no, mujé? Una amiga mía.

Malvaloca. Como quieras.

Salvador. ¿Qué quieres que diga, si no?

Malvaloca. Di mejó que so} una inglesa. Ya tienes
ahí ar sosio.

En efecto, llegan LEONARDO y la HERMANA PIEDAD, por don-
óle se fueron.

Leonardo. ¡Si está aquí, hermana!
H. Piedad. ¿Está aquí?
Salvador. Sí; aquí estoy.
Malvaloca. Buenos días.

H. Piedad. Buenos días. Toda la casa hemos andado
•detrás de usted.

Salvador. Me subí á la torre.

29 —

Leonardo. ¡Ya decía yo! ¡En la torre era muy difícil
que lo encontráramos!

Malvaioca. Hermana; con permiso.
] \ Iande usted.
¿Quiere usté desirme en dónde está la

H. Piedad.
Malvaioca.
iglesia?
H. Piedad.
Malvaioca.
H. Piedad.
Malvaioca.
H. Piedad.
Malvaioca.
Salvador.

Yo iré con usted.

No; no se moleste.
No es molestia ninguna.

¿Es usté la hermana Piedá?
Servidora. ¿Vamos?

Vamos. Ahora vuervo.
La que tiene C[ue vorvé también es usté,.

hermana Piedá.

H. Piedad. ¿Yo?

Salvador. Sí; pa habla de aquéyo, antes que se mar-
che Leonardo.

H. Piedad. Ah, sí. En seguida vengo. Á Malvaioca. Por

aquí. Se alejan juntas por el corredor la santita y la pecadora.

Leonardo.

Salvador.

Leonardo.

Salvador.

Leonardo.

Salvador.

Leonardo.

Salvador.

Leonardo.

¿Quién es esta mujer?
La hermana Piedad, ¿no has oído?

Déjate de burlas; la otra.

íAh! ¡La otra es esensia de canelal

la, ya.

Marvaloca le yaman.
Ya lo sé.

¿Entonses qué es lo que me preguntas?
Algo más que el nombre. Lo que sepas
de ella más que yo.

Salvador. Su historia es una novela muy larga. Pues
imaginártela tú. No se párese á ninguna y se párese á
muchas. Una cara bonita y una cabesa loca en una casa
en donde hay hambre. Este es er prinsipio de la nove-
la. De argunos capítulos sé argo más.
Leonardo. ¿Ha sido cosa tuya?
Salvador. Sí; pero ya base tiempo.