La derecha española nunca ha podido soportar que personas no pertenecientes a la clase autorizada –por ellos– a gobernar nuestro país se metiera en su terreno. De hecho, los atajos que utilizan para llegar al poder indican que tampoco creen demasiado en el juego limpio y en el veredicto de las urnas. Con sus excepciones, por supuesto, que no hacen oír demasiado su voz crítica. Porque alguna habrá ¿no? Es un problema enquistado en España, irresoluble al parecer. Aunque quizás se ha convertido en algo tan descarado que empiezan a crecer las reacciones de cierta envergadura.