Señoras y señores....

Señoras y señores.
Como el niño que enseña lleno de asombro a su madre vestida de color vivo para la fiesta, así quiero mostraros hoy a mi ciudad natal. A la ciudad de Granada. Para ello tengo que poner ejemplos de música y los tengo que cantar. Esto es difícil porque yo no canto como cantante sino como poeta, mejor como un mozo simple que va guiando sus bueyes. Tengo poca voz y la garganta delicada. Así´pues, nada tiene de extraño que se me escape eso que la gente llama un gallo. Pero si se escapa estoy seguro que no será el gallo corrosivo de los cantantes, que les pica los ojos y destruye su gloria, sino que yo lo convertiré en un pequeño gallito de plata que pondré amorosamente sobre el dulce cuello de la muchacha de Montevideo más melancólica que haya en el salón.
Un granadino ciego de nacimiento y ausente muchos años de la ciudad sabría la estación del año por lo que siente cantar en las calles. Nosotros no vamos llevar
nuestros ojos en la visita. Vamos a dejarlos sobre un plato de nieve para que no presuma más Santa Lucia. ¿Por qué se ha de emplear siempre la vista y no el olfato o el gusto para estudiar una ciudad? El alfajor y la torta alajú y el mantecado de Laujar dicen tanto de Granada como el alicatado o el arco de morisco; y el mazapán de Toledo con su monstruoso ropaje de ciruelas y perlas de anís, inventado por un cocinero de Carlos V, expresa el germanismo del emperador con más agudeza que su roja barbilla. Mientras que una catredal permanece clavada en su época, desmoronado su perfil, eterna sin poder dar un paso al día próximo, una canción salta de pronto de su época a la nuestra, viva y temblorosa como una rana, con alegría o su melancolía recientes, verificando idético prodigio que la semilla que florece al salir de la tumba del Faraón. Así
pues, vamos a oír a la ciudad de Granada.
El año tiene cuatro estaciones, a saber, Invierno, Primavera, Verano y Otoño.
Granada tiene dos ríos ochenta campanarios, cuatro mil acequias, cincuenta fuentes. un saludo para todos. PEPI