Salen REBOLLEDO, la CHISPA, y algunos SOLDADOS...

Salen REBOLLEDO, la CHISPA, y algunos SOLDADOS

REBOLLEDO: ¿Cuerpo de Cristo con quien
de esta suerte hace marchar
de un lugar a otro lugar a un miserable soldado;
y más hoy, si considero,
que es el cabo de esta gente
don Lope de Figueroa,
que, si tiene tanta loa
de animoso y de valiente
la tiene también de ser
el hombre más desalmado,
jurador y renegado
del mundo, y que sabe hacer
justicia del más amigo,
sin fulminar el proceso.

REBOLLEDO: ¿Ven ustedes todo eso?
Pues yo haré lo que yo digo.

SOLDADO 2: ¿De eso un soldado blasona?

REBOLLEDO: Po mí muy poco me inquieta;
sino por esa pobreta
que viene tras la persona.

CHISPA: Seor Rebolledo, por mí
vuecé no se aflija, no;
que bien se sabe que yo
barbada el alma nací;
y ese temor me deshonra,
pues no vengo yo a servir
menos, que para sufrir
trabajos con mucha honra;
que para estarme, en rigor,
regalada, no dejara
en mi vida, cosa es clara,
la casa del regidor,
donde todo sobra, pues
al mes mil regalos vienen;
que hay regidores, que tienen
menos regla con el mes;
y pues a venir aquí
a marchar y perecer
con Rebolledo, sin ser
postema, me resolví,
por mí ¿en qué duda o repara?

REBOLLEDO: ¡Viven los cielos, que eres
corona de las mujeres!

SOLDADO 2: Aquesa es verdad bien clara.
¡Viva la Chispa!

REBOLLEDO: ¡Reviva!
Y más, si, por divertir
esta fatiga de ir
cuesta abajo y cuesta arriba,
con su voz al aire inquieta
una jácara o canción.

CHISPA: Responda a esa petición
citada la castañeta.

REBOLLEDO: Y yo ayudaré también.
Sentencien los camaradas
todas las partes citadas.

SOLDADO 1: ¡Vive Dios, que han dicho bien!

Cantan REBOLLEDO y la CHISPA

CHISPA: "Yo soy tiritiritaina,
flor de la jacarandana.

REBOLLEDO: "Yo soy tiritiritina,
flor de la jacarandina.

CHISPA: "Vaya a la guerra el alférez,
y embárquese el capitán.

REBOLLEDO: "Mate moros quien quisiere;
que a mí no me han hecho mal.

CHISPA: "Vaya y venga la tabla al horno,
y a mí no me falte pan.

REBOLLEDO: "Huéspeda, máteme una gallina,
que el carnero me hace mal."

SOLDADO 1: Aguarda; que ya me pesa
-que íbamos entretenidos
en nuestros mismos oídos-,
caballeros, de ver esa
torre, pues es necesario
que donde paremos sea.

REBOLLEDO: ¿Es aquélla Zalamea?

CHISPA: Dígalo su campanario.
No sienta tanto vusté,
que cese el cantico ya;
mil ocasiones habrá
en lograrle; porque
esto me divierte tanto,
que como de otras no ignoran,
que a cada cosa lloran,
yo a casa cosica canto,
y oirá ucé jácaras ciento.

REBOLLEDO: Hagamos aquí alto, pues
justo, hasta que venga, es
con la orden el sargento,
por si hemos de entrar marchando
o en tropas.

SOLDADO 2: Él solo es quien
llega ahora. Mas también
el capitán esperando
está.

Salen don ÁLVARO y el SARGENTO

ÁLVARO: Señores soldados,
albricias puedo pedir;
de aquí no hemos de salir,
y hemos de estar alojados
hasta que don Lope venga
con la gente, que quedó
en Llerena; que hoy llegó
orden de que se prevenga
toda, y no salga de aquí
a Guadalupe, hasta que
junto todo el tercio esté,
y él vendrá luego; y así
del cansancio bien podrán
descansar algunos días.

REBOLLEDO: Albricias pedir podías.

TODOS: ¡Vítor nuestro capitán!

ÁLVARO: Ya está hecho el alojamiento.
El comisario irá dando
boletas, como llegando
fueren.

SARGENTO: Un hombre,
que de un flaco rocinante
a la vuelta de esa esquina
se apeó, y en rostro y talle
parece aquel Don Quijote
de quien Miguel de Cervantes
escribió las aventuras.

ÁLVARO: ¡Qué figura tan notable!

SARGENTO: Vamos, señor; que ya es hora.

ÁLVARO: Lléveme el sargento antes
a la posada la ropa,
y vuelva luego a avisarme.

Vanse. Salen don MENDO, hidalgo de figura, y NUÑO, su criado

MENDO: ¿Cómo va el rucio?

NUÑO: Rodado,
pues no puede menearse.

MENDO: ¿Dijiste al lacayo, di,
que un rato le pasease?

NUÑO: ¡Qué lindo pienso!

MENDO: No hay cosa
que tanto a un bruto descanse.

NUÑO: Aténgome a la cebada.

MENDO: ¿Y que a los galgos no aten,
dijiste?

NUÑO: Ellos se holgarán
mas no el carnicero.

MENDO: Baste;
y pues que han dado las tres,
cálzome palillo y guantes.

NUÑO: ¿Si te prenden el palillo
por palillo falso?

MENDO: Si alguien,
que no he comido un faisán,
dentro de sí imaginare,
que allá dentro de sí miente,
aquí y en cualquiera parte
lo sustentaré.

NUÑO: ¿Mejor
no sería sustentarme
a mí que al otro, que en fin
te sirvo?

MENDO: ¡Que necedades!
En efecto, ¿que han entrado
soldados aquesta tarde
en el pueblo?

NUÑO: Sí, señor.

MENDO: Lástima da el villanaje
con los huéspedes que espera.

NUÑO: Más lástima da y más grande
con los que no espera...

MENDO: ¿Quién?

NUÑO: La hidalguez, y no te espante;
que, si no alojan, señor,
en casa de hidalgos a nadie,
¿por qué piensas que es?

MENDO: ¿Por qué?

NUÑO: Porque no se mueran de hambre.

MENDO: En buen descanso esté el alma
de mi buen señor y padre,
pues en fin me dejó una
ejecutoria tan grande,
pintada de oro y azul,
exención de mi linaje.

NUÑO: Tomáramos que dejara
un poco del oro aparte.

MENDO: Aunque, si reparo en ello,
y si va a decir verdades,
no tengo que agradecerle
de que hidalgo me engendrase;
porque yo no me dejara
engendrar, aunque él porfiase,
sino fuera de una hidalgo,
en el vientre de mi madre.

NUÑO: Fuera de saber difícil.

MENDO: No fuera, sino muy fácil.

NUÑO: ¿Cómo, señor?

MENDO: Tú en efecto
filosofía no sabes,
y así ignoras los principios.

NUÑO: Sí, mi señor, y aun los antes
y postres, desde que como
contigo; y es, que al instante
mesa divina es tu mesa,
sin medios, postres ni antes.

MENDO: Yo no digo esos principios.
Has de saber que el que nace
sustancia es del alimento,
que antes comieron sus padres...

NUÑO: ¿Luego tus padres comieron?
Esa maña no heredaste.

MENDO:... esto después se convierte
en su propia carne y sangre;
luego si hubiera comido
el mío cebolla, al instante
me hubiera dado el olor,
y hubiera dicho yo, "Tate,
que no me está bien hacerme
de excremento semejante."

NUÑO: Ahora digo que es verdad.

MENDO: ¿Qué?

NUÑO: Que adelgaza la hambre
los ingenios.

MENDO: Majadero,
¿téngola yo?

NUÑO: No te enfades;
que, sino la tienes, puedes
tenerla; pues de la tarde
son ya las tres, y no hay greda,
que mejor las manchas saque