AÑORANZA...

AÑORANZA
Era verano, estábamos en la puerta de la calle charlando con vecinos y amigos, disfrutando del aire ”acondicionado” propiciado por la natural brisa de la noche. Los niños aun andaban dando patadas a una pelota de goma, entonces el cuero era artículo de lujo, y todo estaba tranquilo, no había ruidos porque no había coches, no había tele que nos hiciera permanecer atados a esa ventana de chismorrèo, de películas o de información, más mala que buena y yo era muy feliz.
Eran los años 50, había necesidades por todas partes, había poco de que disfrutar ni vacaciones, ni playa, ni restaurantes, ni cines, ni discotecas, ni pub, solo teníamos la esperanza de un futuro mejor, la ilusión de conseguirlo poco a poco, y la inmensa fortuna de una familia unida, impregnada de amor por todas partes y luchando, todos juntos, por hacer realidad los sueños de desarrollo, de bienestar y de progreso para todos, y yo era feliz.
Tenía mis amigos, iba al colegio, llevaba parches en los pantalones y en la camisa, no había ni polideportivos, ni campo de fútbol, jugábamos a pídola, a las bolas, el escondite, Nos íbamos al río a coger cabezorros y libélulas o lagartijas, No comíamos pizzas, no hamburguesas, comíamos un canto de pan con aceite de oliva y con una onza de chocolate, sucedáneo, de aquel que se hacía en Jaén y que se llamaba “La Virgen de la Cabeza”, y yo era feliz.
En el invierno, pasábamos frío en la calle, porque no disponíamos de muchas ni buenas ropas pero en casa, en la chimenea con una buena lumbre de palos de olivo teníamos la mejor calefacción. Mi madre allí nos hacía los desayunos, antes de ir la clase, allí nos hacía el puchero o el potaje, sobre las ascuas de aquella lumbre y luego por la tarde hacíamos los deberes en torno a aquel fuego donde muchos días nos hacía también una sartén de rosetas que nos sabían a gloria. Tras la cena como la cama estaba muy fría mi madre nos la calentaba con una especie de sartén de latón, con tapadera, en cuyo interior había depositado previamente ascuas, que nos la ponía, y yo era feliz.
Ahora tenemos muchas cosas pero hemos perdido mucho de aquel candor, de aquellas limitaciones, de aquellas deficiencias, y sobre todo hemos perdido mucho de aquel amor y de aquella unión familiar con la que superábamos todas aquellas necesidades.
Familias destrozadas, divorcios, separaciones, nuevos matrimonios, nuevas uniones, niños con varios domicilios y padres, droga, sexo, desahucios, ocupaciones, despidos, paro, sueldos ridículos, independencia, terrorismo, desacato de las leyes, impunidad, políticos corruptos, injusticias, inmigración, pobreza, y la verdad es que HOY ES MUY DIFÍCIL PODER SER FELIZ.