Zapatero debe irse, por su propio bien y por el de...

Zapatero debe irse, por su propio bien y por el de todos. Lo primero lo entenderá mejor. Carece de legitimidad de ejercicio. Esto no es la expresión de una opinión, sino la descripción de una realidad. No puede gobernarse sin legitimidad de origen o de ejercicio, y poco importa que se desconozcan tales conceptos en una sociedad que ha hecho abjuración de la racionalidad en aras del sentimentalismo: la realidad termina abriéndose paso y pasa factura. A Zapatero puede ser terrible.

Sin duda, ganó las elecciones y tiene legitimidad de origen, pero muy mermada, pues fue una campaña plagada de mentiras, y por ello la legislatura nació coja de legitimidad de ejercicio: el programa electoral resultaba inservible, era una estricta quimera, que prometía ni más ni menos que el pleno empleo y la friolera de dos millones de puestos de trabajo más, amén de superar a Italia y Francia y la Champions y todas esas bromas macabras del personaje.

Que carecía de legitimidad de ejercicio ya ha sido demostrado. La tutela internacional, el protectorado de la UE y el FMI, los recortes en pensiones y sueldos de funcionarios son ese abrirse paso de la realidad que he reseñado con anterioridad. Con esas decisiones, en ese miércoles en que Zapatero apareció travestido y ojeroso, el mínimo de legitimidad de ejercicio para poder continuar en el poder lo ha perdido. Desde ese momento, Zapatero gobierna con un programa completamente contrario al que llevó a las elecciones, es –para entendernos– como otra legislatura completamente distinta. Eso no es que no se deba, es que no se puede hacer sin pasar por las urnas, sin la reafirmación de la legitimidad de origen.

Las consecuencias están a la vista: la división en su partido se ha intensificado, las conspiraciones a la búsqueda de un sustituto están a la orden del día, el presidente es silbado, el Gobierno se ha sumido en el caos y cada miembro dice una cosa. Se ha perdido la legitimidad de ejercicio y no es que el barco esté a la deriva, es que ni tan siquiera tiene timón, no hay forma de gobernarlo.

Puede decirse que la comunidad internacional le avisó por activa y por pasiva. Abundaron las críticas periodísticas. Fue llamado al orden por Bruselas. A nada hizo caso, atrapado en su propia inconsistencia y en su absurda megalomanía. Ésa es otra muestra de que ha perdido la legitimidad de ejercicio: no gobierna, sino que es gobernado; ha de obedecer a los prestamistas, hartos de su política demencial. Zapatero debe irse o la realidad –la sociedad- le pasará factura.

Otrosí: con la venia, la Fiscalía debería andar diligente en pedir explicaciones a Bono y no perdiendo el tiempo amedrentando periodistas.

Enrique De Diego