Mañana templada de otoño, Literatura

Mañana templada de otoño

La mañana de hoy no estaba calurosa. El sol lucía bien y el ambiente estaba claro, no había nubes sobre la zona y por tanto no había humedad en el ambiente. Quizás esto se debía más al aire que soplaba, flojo eso sí, apenas un relente intermitente, que parecía que llegaba hasta Buendía y volviendo por Alcocer y Pareja aparecía de nuevo por el otro lado del pantano, para soplar de nuevo ligeramente las orejas, que es donde más se notaba que venía frío.

También es cierto que estos últimos días soplaba más fuerte y venía más bajo de temperatura que hoy. Por tanto el paseo matutino se prometía agradable y tranquilo, y así fue y así lo disfruté. Y lo disfrutamos, que Suska venía conmigo como todas las mañanas. Al igual que la cámara, pues hoy, antes de salir de casa y cerciorarme al asomarme por la terraza de cómo estaba el tiempo, también se vino con nosotros pues estos días de atrás, al estar el ambiente ventoso y frío no la saqué ni de la bolsa.

El paseo no ha sido muy largo ni muy productivo en fotos, apenas dos herrerillos picoteando en el interior de las piñas, quizás buscando y encontrando su desayuno de insectos, descolgándose de las ramas entre las agujas de los pinos.
Alrededor del pantano estaban los militares que llegaron ayer en mediano convoy de vehículos todo terreno y camiones cisterna, ambos del color clásico del ejército, más camiones bomba, de bombeo de líquidos no de detonación, de color rojo, donde en los laterales se podía leer: “UNIDAD MILITAR DE EMERGENCIAS”.

Como decía, no volví con mucho material en la cámara: unas fotos de herrerillos, otras cuantas de la muy mala poda de pinos, una chapuza de tala, que todo hay que decirlo; unas cuantas de unos bultos en el suelo del pinar, incipientes brotes de unas cuantas setas y completando la pequeña compilación, unas cuantas de las orillas del pantano, donde en distintos puntos tenían parados los militares los vehículos de la UME.

Me acerqué hasta el pueblo después y me llegué al bar, donde tantas mañanas me tomo un desayuno de café con churros, aunque últimamente no voy tan seguido, debido a cierta dieta que tiene uno que seguir, claro que alguna vez, como hoy, me la salto un poco.

Como el salto no es tan grande, ni doloroso por supuesto, pues ahí me tienen, sentado a una de las mesas, de cara a la puerta como ya es costumbre y oyendo a los parroquianos, sin meter yo baza en tales conversaciones, como también es costumbre en mí.

- ¡Buenos días! Me contesta el camarero, tras hacer yo el mismo deseo a los concurrentes, en lo que hacía mi entrada en el local y me dirigía a mi mesa. - ¿Chocolate? Me dice. No, café con leche y unos churritos, le contesto yo. –Ahora mismo le sirvo. Continúa él en lo que se dirige al interior del mostrador, con unos servicios de desayuno ya consumidos que andaba recogiendo de las mesas.

- ¿Es que va mal el negocio? Oigo a uno de los que al mostrador estaban, dirigiéndose a una clienta que había a su lado. – ¡Que si va mal! Contesta ella y él sigue: –Claro, que ahora en invierno..., y sin dar tiempo al hombre a que siga le interrumpe con esto: -No solo eso, y la crisis que hay, que, además, como son artículos de lujo, o “los han puesto así ellos”, con ese impuesto, que... –Ya, claro. Confirma su interlocutor, devolviéndole la misma moneda.

Los rayos del sol, tras filtrarse por los cristales de la ventana, caían sobre mi mesa, mi hombro derecho y parte de la espalda, caldeando el local algo más de lo que al parecer lo había calentado anteriormente la calefacción, lo que provocó que me despojase del chaleco acolchado que llevaba puesto y que en principio no me había quitado.

A un tiempo, por los altavoces estratégicamente colocados en el local, se oía a la Creedence Clearwater Revival con el tema ¿Has visto alguna vez la lluvia?

-Hay que ver el tiempo “cace”, eh. Confirma, más que pregunta el camarero a otro de los parroquianos, sin detenerse a oír negación o afirmación alguna, en lo que sigue con la bayeta en la mano, dando una ligera limpieza sobre el mostrador y se pierde por entre los batientes tras la barra.

-Pues a ti, eso no te “vié ná” de bien, no. Le inquiere el cliente apoyado sobre el mostrador, como sintiéndose aludido. –“Bué”, nunca se sabe. Sin ir más lejos, ayer vinieron los chicos que “vien” a merendar otros martes y me dijeron si podía prepararles unos churros, sabiendo que por las tardes no hago. Y en esas que vienen los “soldaos” y me dicen que si les puedo preparar “pa tós”, “pa” la tarde, unos churros, que querían venir a merendar con chocolate. - ¿“Pa cuantos”? Les digo y me dicen que “ciento”. Así que ya me comprenderás. –No te quejarás entonces, no.

-Pues esta noche han caído unas gotas. Dice otro que estaba junto al que contestó apostillando al camarero. -Ya, pero poco, “ná”. “Porquesta mañana subí allí, a las gallinas, pa charlas de comer y ná, el suelo ni marcao”. Le contesta el camarero, ni negando ni afirmando, “sino todo lo contrario”.

-“Anda, que no trabajas tú ni ná”. Le dice otro cliente que por el corrillo rondaba, para meter baza en cuanto la ocasión se presentase. –Es que lo tuyo han “sio” siempre los churros. Apostilla otro. –Anda, si tú no has “trabajao” nunca. Le dice otro que de listo y gracioso quería dárselas, a razón del tono socarrón empleado, y el hombre se anima.

-No, que va, toda la vida. Pues fíjate. Fíjate si llevo años en esto y trabajando. Recuerdo que siendo un chaval, fui con mi padre a (nombre del pueblo sin captar), porque íbamos con el tractor y el remolque haciendo churros por los pueblos, y tenían una cacería. El contratista un tal Gabriel, que se llevó “pa yá” a Luis Miguel Dominguín y a Pedro Carrasco, fíjate, fíjate si “macuerdo”, que nos subieron arriba y nos pusieron en el balcón del ayuntamiento y allí pusimos el fogón y la churrera.

-Menudas correrías os “habís dao”. Le dice otro. –Fíjate, fíjate –continua- que otra vez nos cogemos el tractor y nos vamos “pal” cementerio de (¿...,...?) y de Pareja, por unas cajas de cinc... - ¿De muerto? Le interrumpe el de las correrías. –Pues claro, ¿de qué sino? y unas bayonetas de cuando la gerra, “pal”...

Sin esperar a saber para quién iban a ser las bayonetas, me levanté, me puse el chaleco, la gorra y me eché al hombro la cámara. - ¿Qué le debo? Dije al camarero, preparando ya el importe, pues si no ha subido el desayuno en los días que llevo sin aparecer por allí, siempre son 1, 50 €.

Salía por la puerta del local al zaguán cuando terminaba Proud Mary, también de la Creedence. Y al bajar del primer escalón al zaguán, en lo que llegaba a la puerta de la calle, me marqué unos pasos. ¡Qué tiempos!

Si me vieron los que quedaban dentro ¿qué iban a decir, si todos estamos locos de alguna manera, y el que no, poco le falta?