¿Hablar en leonés es hacer política? / ¿Falar en llionés...

¿Hablar en leonés es hacer política? / ¿Falar en llionés ye facer política?

ABEL APARICIO /

¿Hablar en leonés o sobre el leonés es hacer o meterse en política? Esta pregunta muchas veces la escuché como afirmación. Para mí aquí hay que dividir la respuesta en dos partes:

Hace un año vino a mi pueblo –San Román de la Vega– una persona con un modelo de encuesta creado en la Universidad de Oviedo para hacer un estudio del nivel de asturllionés que quedaba en él. Entrevistó a tres personas –todas ellas mayores de noventa años– y el resultado que se obtuvo fue que en mi pueblo el nivel que se conserva de esta lengua es elevado, superior al 50%. Cuando esas tres personas dicen llobu, canciella, veiga, en ca Luís, facer, ferramienta, fierru, la cirural, fusu, you vosdígo, callóu, oveya o xatu, ¿están haciendo o se están metiendo política? Yo creo que esto más bien se puede definir como comunicación, que es el objetivo por el cual hablamos con otras personas, ya sea en una lengua o en otra.
Por otro lado, cuando en el colegio te decían –o te dicen– que pronunciar la palabra emburriar (empujar) es hablar mal –llegando incluso al castigo físico–, cuando a las personas que decían –o dicen– probe o riestra eran –o son– tratadas como burros o ignorantes, cuando decían –o dicen– comiéronnos la fugacina o tengo sede y eran –o son– motivo de mofa, ¿eso no es hacer política? Es una forma de anular una lengua y sobreponer otra, actuando como un rodillo, produciendo un efecto de ruptura con la diversidad e imponiendo la cultura única. Por otro lado, también es una forma de ridiculizar y acomplejar a unas personas por hablar en una lengua que durante muchos años fue la que utilizaban, hasta que los estamentos oficiales decidieron que no era válido. ¿Por qué si los hablantes de un pueblo –por ejemplo El Val de San Lorenzo- que son los depositarios de la tradición oral de cientos de años, dicen Plaza l’Oteiru en los carteles oficiales pone 'Plaza del Otero'? Por acciones como ésta, por menospreciar una lengua y hacer que sus hablantes se avergüencen de ella durante décadas y décadas, nos privaron del llionés como lengua materna.
Extrapolando este tema al resto del Estado, surgen dos tipos de opiniones. Cuando en la televisión aparece una persona de Catalunya hablando en català, una persona de Euskadi hablando en euskara o una persona de Galicia hablando en galego–estas últimas, quizás por proximidad, gozan de más simpatía, ya ven que criterio– nos podemos encontrar con dos reacciones:
Los que dicen, por ejemplo, « ¡ya están esos ladrando!» (este caso es real) demostrando que piensan que su lengua, su cultura y su pensamiento son los únicos válidos, decentes y como Dios manda.
Por otro lado, están los que respetan el català, el euskara y el galego, pero si el que habla lo hace en llionés acto seguido se escucha: «vaya un nacionalista», «vaya un leonesista», o directamente una mirada de repugnancia.
Como se deduce de lo que dije al principio, todas las lenguas son igual de válidas y deben ser igual de respetadas, tengan ejército o no. El último informe del comité de expertos sobre la aplicación de la carta europea de las lenguas regionales o minoritarias en España deja claro que el llionés está en grave peligro.

Insto a los hablantes de esta lengua a que no la dejen morir, y a los políticos –que es a quienes corresponde dictar leyes y tomar medidas– a que se pongan manos a la obra, para que esta lengua, que durante tantos años fue nuestra, lo siga siendo y no pase a ser un capítulo en los libros de historia. Entre otras cosas, por respeto a todos aquellos y aquellas que la hablaron y a aquellos y aquellas que la siguen hablando.