PROCEDO DE UN PUEBLO ROMANO...

PROCEDO DE UN PUEBLO ROMANO
Su nombre es Ablanque, y todo el tiempo que estuve allí, lo disfruté a tope. Tiene un preciosísimo puente romano, y me he bañado muchas veces bajo él y en las cristalinas y frías aguas del río Ablanquejo, en los veranos. El paisaje allí es de una belleza inigualable. Soy subjetiva por el cariño que le tengo desde siempre a mi pueblo y el no haber podido estar allí más tiempo, ese rasgo se me ha subjetivado todavía más en mi.
Cual no sería mi sorpresa cuando Ilaria Parriego, la concejala de turismo de Santa María A Monte, que vino a Tardajos en su primera “visita sorpresa” me envió una felicitación navideña cuyo contenido entregué a los tardajeños y a los burgaleses en mi primera carta, con motivo del acercamiento de estos pueblos, Tardajos y Santa María a Monte con el título “Una Visita Sorpresa. Rabé de las Calzadas, por aquel entonces no estaba en el proceso, se añadió mas tarde, y encima tomó a partir de entonces, la iniciativa en el proceso. Fue así y para qué negar los hechos si son como los cuento.
Era una felicitación, que todavía guardo y no era un original, sino una fotocopia de una imagen muy querida por los italianos y por mi. Porque se trataba de su puente romano y era idéntico al de mi pueblo. Con la salvedad que aquel era más grande y el mío una miniatura, pero salvo en el tamaño, de forma idéntica.
Entonces pensé que allí también podía tener cabida mi pueblo. Y por eso llevé allí la poesía de mi pueblo, “Canto al pueblo” y la recité con todo mi amor por él. Es una poesía muy curiosa, aunque pueda parecer muy sencilla a simple vista y por todo. Solo tenía 16 años cuando la escribí. Una amiga francesa con la que me solía cartear me la tradujo al francés, y cuando llegué a Tardajos, la mía, la original, la había perdido porque no pensé que continuaría escribiendo los poemas y la tuve que recuperar del francés traducido de mi amiga, y de lo que yo recordaba, porque no la olvidé nunca. A partir de ahí ya sentí otra vez la necesidad de seguir escribiendo y de reunir todo junto en varios cuadernos escritos al ordenador e incluso algunos con dibujos insertados de las imágenes muy simples. Así me fue fácil llevarlo a Santa María A Monte e incluso les dejé una copia de todo ese trabajo. No era un libro propiamente dicho pero contenía lo mismo en ese formato mío particular.
Aquello era una reunión de pueblos y mi pueblo era un concepto pues siempre que fui a otro lo llevaba a él conmigo. En mi infancia no salí nunca del Alto Tajo mientras estuve en Guadalajara, aunque los pueblos cambiasen, era el mismo entorno y el mismo parque natural que habité de niña lo que me dio más capacidad crítica, sobre todo de las personas y sus comportamientos. Y también pude discernir entre el pueblo y la ciudad que me tocó vivir; y decidir qué era lo mejor y lo peor de los dos entes. Llegué a la conclusión que un pueblo, por malo que sea, no tiene comparación a esa ciudad monstruosa y discorde que conocí y que no es otra que Madrid. Podía tragarte y hacerte desaparecer si no tenías clara tu procedencia y valores. Y esos los llevé siempre conmigo y me los dieron mis pueblos del Alto Tajo: Ablanque, Ciruelos del Pinar, Maranchón, Luzón y La Riba de Saelices, entre otros. De ahí ese empeño tan arraigado que tengo en defender a los pueblos en general por todo el bien que me hicieron de niña. No puedo decir lo mismo de Madrid, porque a nada que te descuidaras, ya te la estaba armando parda. Cada uno y cada una cuenta la feria según le va en ella, y a mi así me sucedió y por eso lo digo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Carmen, veo por tu escrito, que prefieres los pueblos a la ciudad, es otro tipo de vida mas tranquila y los pueblos del alto tajo son bonitos y muy tranquilos, donde todos tienen su identidad.
Madrid acoge a todo el mundo en Madrid nadie se siente forastero nunca pierdes
tus valores sin son solidos.
un saludo.