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CONOCER MÁLAGA

JUANILLO “EL ACEITERO” Y EL CARNAVAL DE ESTEPONA
Por Macarena Sánchez Galán & José Antonio Molero

ESTEPONA ES UN municipio de la provincia de Málaga que se halla situado en la zona suroccidental de la provincia e integrado en la comarca de la Costa del Sol Occidental. Su término municipal se extiende a lo largo del litoral mediterráneo y se adentra hacia el interior, abarcando un fértil valle surcado por pequeños arroyos y una zona montañosa dominada por la Sierra Bermeja. Según el censo al que he tenido acceso, la población del municipio supera hoy los 65.000 habitantes censados y se caracteriza por su composición multicultural. En la actualidad, Estepona es un destino turístico popular, especialmente durante el verano, debido a su clima mediterráneo y sus playas. El turismo constituye el pilar más importante de la economía municipal; asimismo, tiene también una pequeña y escasa actividad pesquera y agrícola.

Pero estos son los datos de la Estepona de hoy, unos apuntes que muy poco (o nada) tienen que ver con la del personaje de cuya vida quiero daros algunas notas por el gracejo andaluz que siempre le acompañó, aquella alegría con la que parecía haber nacido y su especial forma de ver la realidad del mundo que le tocó vivir. Voy a hablaros de Juanillo “el Aceitero”.

La gente le llamaba Juanillo “el Aceitero”, pero, en realidad, su nombre era Juan Fernández Muñoz. Pudo haber nacido en 1911 y ocupaba el puesto tercero en una extensa prole de siete hermanos, hijos de una familia esteponera venida a menos por las circunstancias de la época.
Su madre, María, era viuda y, aunque contaba con la ayuda de Isabel, la hija mayor, las pesetas que entre ambas lograban llevar a casa al cabo de todo un largo día de un lado para otro no daban para mucho, así que no resulta difícil imaginarse las muchas fatiguitas que esta mujer hubo de pasar para sacar adelante a todos sus hijos.

Tomás, el padre, había sido almacenista; en especial, de aceites, de ahí el apodo de “los Aceiteros” con que lo conocía todo el pueblo. Hombre de poco seso y muy dado a los bares, había dilapidado una fortuna (muchos vecinos aseguran que era considerable) en perpetuas borracheras y el juego a las cartas, en el que llegó a distinguirse por las grandes sumas de sus apuestas. Como consecuencia irremediable, el patrimonio familiar se esfumó y la ruina entró en casa. Quizá un día de lucidez de los pocos que hubo de gozar su menguada inteligencia, el hombre hubo de tomar conciencia de su defenestrada vida y no halló más salida a su desesperada situación que el suicidio, que el desdichado llevó a cabo tirándose a una noria.
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