CAMBIO DE GUARDIA....

CAMBIO DE GUARDIA.

Seis meses de dictadura.

Llamar a eso un totalitarismo transitorio es sólo darle su definición histórica.

Gabriel Albiac.

Actualizado: 26/10/2020 23:57h.

Son seis meses al arbitrio único del poder ejecutivo. Y sin más garantía, pues, que un Gobierno erigido en garante de sí mismo ante sí mismo. Seis meses, técnicamente hablando, de dictadura. Benévola, si se quiere; pero dictadura. De suspensión de la democracia, puesto que a la democracia no la define la peculiaridad del voto, sino la división y autonomía de poderes, su independencia y contraposición, sin las cuales no es posible controlar, frenar y contrarrestar la automática tendencia de todo poder a la tiranía.

Y es de eso, de la autonomía -y aun de la existencia- de poderes, de lo que el Dr. Sánchez anunció el domingo la suspensión; no durante dos semanas renovables por el Parlamento, no; durante seis meses. Si el Congreso aprueba ese golpe de Estado -tal es su nombre propio-, en ese plazo su Gobierno no podrá ser controlado ni por jueces ni por diputados. Llamar a eso un totalitarismo transitorio es darle su definición histórica: la de un poder ejecutivo que responde sólo ante el Volkgeist, el «espíritu del pueblo». Transitorio, es cierto. De momento. En la perspectiva de los aliados populistas del Dr. Sánchez, nada hay en ello de reprochable. Para el populismo, los jueces sobran: su función usurpa a la justicia popular, que ante nada más que el sacralizado «pueblo» responde. Someter magistratura y parlamento a los designios del caudillo, va en la doctrina misma de todos los populismos. Y, en el caso de Podemos, en el ejemplo luminoso de Castro y Chávez.
¿En la doctrina de los socialistas? ¿En la de cuáles? El Dr. Sánchez tiene que elegir: o la de los jóvenes aprendices de ese nuevo fascismo que no se disimula en Iglesias, o la de aquellos viejos compañeros socialdemócratas que miran con horror lo que está pasando. Y la de esos otros socialdemócratas europeos que jamás, bajo ninguna circunstancia, hubieran aceptado proclamar ni ejercer una dictadura transitoria en sus países.

Proclama el Dr. Sánchez que irá informando regularmente al Parlamento. Y es eso lo peor, lo más ofensivo para una democracia: lo que convierte el Parlamento en menos que un plató de televisión. Porque un Parlamento no es un «foro informativo» al cual condescienda un presidente sin controles. Ni recae sobre el primer ministro la potestad de decidir por sí solo cuándo empieza y cuándo acaba una suspensión constitucional, que es lo que es el «estado de alarma».

Ni siquiera el pragmatismo sirve de argumento. No es verdad que suprimir la plenitud constitucional permita medidas más duras. Durísimas -más que aquí- lo han sido en la Europa que no recurrió a leyes de excepción; y que «doblegó» de verdad al virus, mientras el Dr. Sánchez lo multiplicaba. Este estado de alarma garantiza, no la más eficaz lucha contra la pandemia; garantiza la impunidad de los gobernantes. Y hace, con ello, de los ciudadanos siervos.

Gabriel Albiac.

Articulista de Opinión.