EL FIN DE LA CRISIS (VI)...

EL FIN DE LA CRISIS (V)

Creo que en la población española son mayoría quienes apoyan la gestión pública de la sanidad, la educación, las pensiones y la discapacidad, quieren poner límites a las políticas de bancos y entidades financieras, desean regular el derecho laboral y defienden posturas progresistas en cuestiones morales como la homosexualidad, el aborto, la eutanasia y la presencia de la religión en la vida pública. De hecho, las encuestas indican que estamos en el momento en que una mayor proporción de ciudadanos se declara de izquierdas (4,41 en una escala de 1 a 10, siendo el 1 la extrema izquierda). Sin embargo, la organización política de estos ciudadanos se encuentra dispersa entre muchos partidos y movimientos sociales o en ninguno de ellos, de tal modo que su influencia política resulta muy reducida, con la invalorable ayuda de una ley electoral que discrimina el valor de los votos según su contenido. Y mientras la derecha se agrupa en su gran mayoría en un solo partido político, con pequeños sectores disidentes, lo que podemos llamar la izquierda se fragmenta en varios partidos y movimientos sociales –a su vez internamente fragmentados- que han aumentado considerablemente al calor de la crisis y que no han cesado en sus disputas internas.

EL FIN DE LA CRISIS (VI)

Se cometería un error muy grave si esta izquierda sociológica —o como se la quiera llamar— perdiera la ocasión de organizarse políticamente y permitiera que la derecha siguiera gestionando unas instituciones que tienen un enorme peso en la vida de los ciudadanos. Las movilizaciones que se iniciaron con el 15M y continuaron con las diversas mareas cromáticas cumplieron un papel muy importante en España. Gracias a ellas muchos jóvenes —y no tan jóvenes— descubrieron la política y comprendieron que se podían lograr algunos modestos resultados con pocos medios: se evitaron desahucios, se paralizó la privatización de hospitales, se impidió la modificación de la ley del aborto, aunque se fracasó en otros casos. Y sobre todo se canalizaron las energías de los ciudadanos indignados en un sentido más constructivo que en muchos países de Europa, donde proliferaron partidos xenófobos, antieuropeos o simplemente pintorescos, algunos de los cuales fueron los más votados.