Chocolate y churros, Columnistas y Tertulianos

Suave como un padre.

Poco le bastó ayer a la Guardia Civil para restablecer el buen funcionamiento de las cosas.

SALVADOR SOSTRES. Barcelona.

Actualizado: 15/08/2017 03:26h.

Y como siempre en España, los problemas se solucionaron cuando llegó la Guardia Civil. Sin alardes, sin exhibicionismos de ninguna clase, suave como un padre cuando regresa al hogar y sin que tenga que decir nada cesan de golpe las peleas entre hermanos y corren todos a abrazarle. Orden de cuando el orden todavía significaba algo y entendíamos que el mayor enemigo de la libertad es el caos.

Bella calma bienhumorada en la primera jornada de huelga total en El Prat. Sólo tuvieron que esperar los que todavía de madrugada acudieron al aeropuerto con la antelación de los días bárbaros y que ayer resultó ya innecesaria. Todo lo demás fue rutina de perfil bajo, casi aburrida de no ser por el encanto de comprobar con qué poco le bastó a la Guardia Civil para restablecer el buen funcionamiento de las cosas. Ninguna intimidación y sólo discreción y buenas maneras en los controles. Más cintas de esas que sirven para organizar las colas que aglomeración de viajeros, que pasaban el control en pocos minutos y sin ser molestados más de lo estrictamente necesario para garantizar su seguridad. Amabilidad y eficacia. Sepan que trabajador de Eulen cobra sólo cien euros menos (sobre los 1.300) que un Guardia Civil (sobre los 1.400). Cuando los sindicalistas quieran sometemos a votación qué relación calidad-precio preferimos y a ver si somos los ciudadanos los que acabamos montando una huelga o algo peor contra los que nos han tomado como rehenes para conseguir sus propósitos.

Sólo un agente se dejó ver fuera del control: lucía una venerable barba blanca y aunque departía amablemente con algunos «mosos d’esquadra», los que se acercaban al corrillo sólo querían hablar con él, para pedirle información o darle las gracias. Quitándose importancia, sonreía cuando le halagaban. Flotaba en el aire la frescura de cuando todo el mundo sabe quién manda y en nombre de todos los damnificados, y como en «Amanece que no es poco», daban ganas de gritarle: « ¡Viva el cabo santo!».
La única presencia grotesca de la mañana fue la de los periodistas, amontonados en un rincón y muchos de ellos sentados en el suelo como los pordioseros. El cronista de ABC se distinguía por ser el único que vestía pantalones largos y porque siempre se mantuvo en pie. El suelo sólo lo usó para pisarlo: y fuerte, como en casa le enseñaron. Los demás tendrían que reflexionar sobre cómo se comportan en público si pretenden que les tomen en serio y ya no digamos que les respeten.

Y aunque AENA recomienda la prudencia elemental de no acudir a El Prat con el tiempo justo, por si nuevos incidentes que hoy no se esperan se pudieran producir en las próximas jornadas, dado el carácter provocador y hasta violento de los sindicatos minoritarios que conforman el llamado «comité de huelga» -PROU y USOC, con más ganas de armar follón en la línea turismofóbica y antisistema de la CUP que de resolver los problemas de los pocos por no decir poquísimos trabajadores a los que representan- la Guardia Civil ha tomado el control de la situación, y el tam-tam tribal de altercado y árbol ha sido manifiestamente sustituido por esa aburrida -es cierto- pero también gloriosa y vertebradora rutina civilizada.