La segunda oportunidad que supone Eurovegas no debe perderse, ya que supondría un mazazo para el
empleo, la credibilidad y el arranque de nuestra
economía desde ese débil crecimiento que alborea.
Aun así hay púdicos y honestos comentaristas que braman al cielo contra Eurovegas por motivos tan bobalicones como que aumentaría la prostitución y mancharía la imagen de
España. En términos callejeros a eso se le llama “cogérsela con papel de fumar”. Sucede como con los
toros, quien no quiere ir, no va. Pero eso no presupone que haya que prohibirlos porque hay otros que los consideran un elemento cultural imprescindible de la imagen de España.
¿Queremos darles ahora otro disgusto a los
madrileños haciendo naufragar un proyecto multimillonario haciendo ascos a miles de millones?
Creer en milagros es un don divino, pero
Madrid necesita que ese milagro se produzca. Aunque se hagan gestos monjiles y retóricas idealistas, hay un sinfín de intereses que nos obligan a saltarnos las murallas que defienden el sancta santorum de la virginidad.
Mientras Madrid se queda estancada, en los países emergentes como
China,
India, Indonesia y Malasia se han remozado nuevas ciudades tan modernas, a pesar de su tradición histórica, como Tokio, Sanghai, Bangalore, Yakarta y Kuala Lumpur.
Por eso hay que mimar el proyecto de Eurovegas, porque no podemos seguir destruyendo la economía productiva en aras de patrañas morales o intereses partidistas que pretenden obstaculizar todo proyecto creativo a beneficio de la
política de “cuanto peor, mejor.