La MATANZA franquista de REPUBLICANOS en Illueca (Zaragoza)...

La MATANZA franquista de REPUBLICANOS en Illueca (Zaragoza)

Jarque de Moncayo es un pueblo perteneciente a la Comarca del Aranda. A pesar de ser la Comarca y el propio Jarque, zona obrera, agrícola y de izquierdas, nada se pudo hacer ante la sublevación de la guardia civil que controló rápidamente, con apoyo de fascistas locales, toda la Comarca. Solo hubo resistencia “importante” en 3 pueblos: Pomer, Aranda y Jarque.

Fue en este último donde los vecindarios de Pómer, Aranda y Jarque, en todos los cuales habían vencido en febrero las candidaturas del Frente Popular, tomaron el 22 de julio, sin causar víctimas, el cuartel de la Guardia Civil de Jarque con la intención de liberar a otras poblaciones cercanas y presentar resistencia a los sublevados. La oposición fue breve por la superioridad militar del Ejército y Guardia Civil, apoyados por falangistas, ante lo que parte de los Republicanos, principalmente los de esa población, optó por irse a la sierra mientras otros decidían regresar a sus casas de Pómer y Aranda, en las que los sublevados entrarían poco después llegados de otras zonas.

La represión fascista no se hizo esperar, los Republicanos fueron objeto de una brutal represión en el verano y el otoño de 1936, siendo asesinados 37 vecinos y vecinas. “A veces el silencio es la peor mentira” decía Unamuno. El silencio sobre los asesinatos de vecinos de Jarque de Moncayo en agosto de 1936, ha sido una mentira atroz. Uno de los primeros en morir fue el médico. Al atardecer, guardia civil y falangistas subieron a un camión a 18 Republicanos, previamente torturados.

Entre la muchedumbre horrorizada, un niño de 7 años vio que su padre era empujado hasta el camión. No entendía lo que pasaba, no podía quitarle la vista y el miedo le impedía pensar. El camión puso en marcha el motor, su padre lo descubrió entre la gente, su mirada de dolor se quedó clavada para siempre en el recuerdo del niño. Toda su vida, ha estado marcada por el adiós definitivo de aquella mirada fugaz de su padre.

Los 18 “sacados” fueron trasladados al vecino pueblo de Illueca donde, el 18 de agosto de 1936, los tirotearon en la tapia del cementerio, para luego enterrarlos bajo cal viva en una fosa común. Entre las personas asesinadas había 2 mujeres, una de ellas de 70 años, y un joven de 19 años que ocupó voluntariamente el lugar destinado a su padre en la “saca”. Tuvieron que pasar años para que los familiares pudieran acercarse a ella clandestinamente a colocar flores, y muchos más años para recuperar públicamente la memoria.

Los restos de los 18 asesinados de la fosa de Illueca fueron desenterrados en noviembre de 2007 e identificados mediante análisis del ADN. Los restos han sido devueltos a sus familiares, que los han podido enterrar con dignidad y cariño. Un sencillo homenaje con un breve recordatorio de lo sufrido por las víctimas, algunos de los familiares han recordado a los suyos, han denunciado la injusticia de lo ocurrido, no olvidar la historia, evitar que se repita, que el fascismo vuelva a actuar impunemente. Los restos de las 18 Republicanos descansan ahora en una única tumba sellada con una gran losa de mármol negro con sus nombres. Otra placa recuerda que son víctimas del fascismo, y unos breves versos del presidente de la República Azaña.

Por la memoria de los asesinados: Gregorio Gracian Magdalena, Sixto Felipe Marquina Liarte, Cipriano Aznar Navarro, Josefa Franco Baetón, Plácido Franco Cardiel, Gregorio Gaspar Becerril, Jesús Marco Artieda, Enrique Muñoz Marín, Antonio Zapata Gregorio, José Gregorio Becerril, Pedro Asín Expósito, Bárbara Sebastián Vela, Marcos Benedí García, Joaquín Forcen Becerril, Daniel Becerril Martínez, Valeriano Sancho Sebastián, Aurelio García Sánchez, Ángel Sancho García.

Remover a los muertos no es remover odios, miserias, revanchas. Al contrario, se trata de identificarlos para recuperar su memoria, para que sigan vivos en nuestras vidas. ¿Qué riesgo tiene conocer la verdad y hablar de lo que ocurrió? Según Martín Garzo: “Los que fueron enterrados sin amor ni lágrimas fueron deshumanizados por este acto, y es devolverles la humanidad que se les negó”. Decía George Steiner, “si lo que sucedió no se reconoce, entonces no tiene más remedio que seguir ocurriendo siempre, en un eterno retorno”.