EL CONTRAPUNTO....

EL CONTRAPUNTO.

Asesinado por no fumar.

David es el último nombre en una lista demasiado larga que llena España de cruces blancas insoportablemente absurdas.

Isabel San Sebastián.

Actualizado:

20/06/2019 08:26h.

David Carragal fue asesinado por no fumar. Mejor dicho; por no llevar tabaco encima. O para ser más precisos, porque una panda de malnacidos sin moral, ni raciocinio, ni mucho menos conciencia, la emprendió a patadas con él, hasta matarlo, por negarles un cigarrillo aduciendo que no fumaba. Ahora dicen que les increpó, como si tal embuste bastara para justificar su agresión. Lo cierto es que ellos conservan la voz y pueden mentir en su defensa. A David, en cambio, lo silenciaron definitivamente a golpes la noche del pasado lunes. Algo debemos estar haciendo mal, muy mal como sociedad, cuando se multiplican actos tan atroces como el descrito sin que sepamos reaccionar endureciendo su castigo.

David es el último nombre en una lista demasiado larga que llena España de cruces blancas insoportablemente absurdas. Chavales brutalmente apaleados sin otro motivo que estar en el lugar equivocado en el momento inoportuno. Pasar por allí. Cruzarse en el camino de algún energúmeno criado en la creencia de que todo le es debido y no hay límite a sus caprichos ni freno posible a sus apetencias. Algún hijo deforme de este tiempo ayuno de disciplina, que confunde la tolerancia con la ley de la jungla y condena a la buena gente a vivir bajo la amenaza constante de los violentos, envalentonados por el buenismo imperante que siempre encuentra argumentos para disculpar sus excesos.

David era lo opuesto a esa ralea creciente de indeseables acostumbrados a imponer su tiranía desde pequeños, primero en la familia, después en la escuela y por último en la calle, a base de gritos, de rabietas, de fuerza bruta no controlada y de intimidación consentida. Él era un chico educado, amable, solidario, trabajador, que jamás daba una mala contestación ni respondía a las provocaciones. Un muchacho de Cudillero que se había abierto paso a base de esfuerzo hasta los Estados Unidos, donde iba a ejercer el próximo año su profesión de maestro. Sus planes se truncaron a la salida de una verbena en Oviedo, al darse de bruces con unas bestias de aspecto humano, mente podrida y alma reseca. Tres «prendas» de entre 18 y 23 años que le agredieron sin misericordia, hasta dejarlo herido de muerte en el suelo, porque no llevaba encima un cigarrillo. Tres cobardes que atacaron en manada, tres contra uno, y huyeron inmediatamente del lugar, una vez consumada su «hazaña». Tres individuos cuyas madres, padres o abuelos, es de suponer, habrían tratado de inculcarles algún principio, alguna pauta de conducta, alguna norma, algo parecido al respeto… evidentemente sin éxito. No quisiera yo estar en su pellejo, aunque siento mucho más cercano el duelo de una familia que llora al mejor de los suyos, arrancado de este mundo cuando apenas empezaba a vivir.

David ya no socorrerá a más bañistas en la playa ni enseñará a sus alumnos. Sus asesinos (de momento presuntos) se encuentran detenidos, a la espera de juicio, profiriendo calumnias. Yo me sumo desde aquí a quienes exigen que les salga cara su maldad, porque cuando no hay razón que razone, cuando no existen barreras morales, únicamente queda el miedo como forma de guardar la viña. El temor a las consecuencias. Lamentablemente, me temo, clamo en el desierto de la impotencia, porque nuestra legislación, siempre más pendiente del victimario que de la víctima, establece una pena de diez a quince años por un homicidio, y ese es el precio que pagarán, en el mejor de los casos, esas alimañas. Un precio insultantemente bajo que ofende al sentido común, a la decencia y a la justicia.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.