VIVIMOS COMO SUIZOS....

VIVIMOS COMO SUIZOS.

Gritos y portazos.

A los de Vox a veces hay que interpretarlos como al Talmud o a los extraterrestres de «La llegada»

Rosa Belmonte.

Actualizado:

25/06/2019 00:27h.

Turba feminista supremacista es buen nombre para un grupo musical femenino. Mucho mejor que Trío Acuario, Bananarama, The Supremes o The Ronettes, las de «Be my baby». No me apetece decir al juez Serrano lo de Be my sugar daddy. Porque hay que ver lo feos que son los señores de Vox (salvo Hermann y Abascal). La cara de señorito de Espinosa de los Monteros también tira para atrás. Qué vergüenza, hablar de cosas tan frívolas en lugar del ideario político o la batalla cultural. Sí, hombre, no me haga reír. Si lo hago puede ser peor. Lo del otro día de Ortega Smith, al que siempre parece faltarle la capa de Christopher Lee, haciendo de Cyrano de Bergerac con Jesús García Conde es muy significativo. El procurador de Vox en el Parlamento de Castilla y León no supo concretar ninguna medida sobre ideología de género (sea esto lo que sea). Y tenía a Ortega Smith susurrándole.

El mayor problema es que los principales personajes de Vox tampoco han sabido explicar a la sociedad lo que de malo tiene la Ley Integral de Violencia de Género y su aplicación. A veces hay que interpretarlos como al Talmud o a los extraterrestres de «La llegada». Veo a Amy Adams tratando de descifrarlos. Sólo parecen unos señores en contra de defender a las mujeres de que las apaleen o las maten. Cuando la magistrada María Poza planteó la inconstitucionalidad de los artículos 171.4 y 173.2 de la Ley alegó que la ley violaba el artículo 14 de la Constitución y que, además, podía violar la presunción de inocencia. Y ya sabemos que el Tribunal Constitucional desestimó la inconstitucionalidad por un estrecho seis contra cinco. Ahí ya triunfó la perspectiva de género.

Cómo no estar en contra de que unos gritos y portazos (lo de Boris Johnson con su novia) puedan tener importancia. ¿Ya no se puede discutir con la novia o la mujer sin ser un criminal? Que se lo digan también al marqués de Griñón, que acabó en comisaría. Por no hablar de lo que en Vox llaman chiringuitos (es una palabra de Ruano, defendámosla). Que se destine más dinero a los que cobran por trabajar en el chiringuito que a las propias víctimas. Y el juez Serrano puede decir muchos disparates. Porque los de Vox van de Dakota de «Supervivientes». En lo de la turba feminista supremacista puede tener algo de razón. Pero hay que decirlo de otra manera. «Habrá quien simpatice con los cinco ejemplares de la Manada por simple rechazo a quienes en los últimos meses, si no años, han actuado y sobreactuado como acusación particular y callejera» (Jesús Lillo, ABC). Y comparando esto con Alcácer: «…Se tapan los ojos como monjas deontológicas ante Nieves Herrero o Pepe Navarro las mismas almas que organizaron este otro juicio paralelo o aplaudieron los ataques mediáticos al abogado defensor, el juez discrepante y a cualquiera que no aceptase la doctrina de las nuevas feministas, es decir, de los partidos» (Hughes, ABC). Pero, claro, Lillo y Hughes son escritores y saben usar las palabras.

Aunque no he leído la sentencia, poco que objetar (por lo difundido) a que el TS haya cambiado la calificación penal. Y desde luego que a la víctima le perjudicó el vídeo. ¿Pero quién sabe qué pasa por las cabezas? En cuanto al consentimiento, una mujer puede sentirse paralizada por un mequetrefe. No digamos por cinco tiarrones. Y hacer lo que te pidan para acabar pronto. Pero existe la presunción de inocencia y hay que probar los delitos. En el documental «Abducted in plain sight» las víctimas hacían cosas que no podías creer. La sociedad y sus políticos también hacen cosas que no puedes creer.

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.