VIVIMOS COMO SUIZOS....

VIVIMOS COMO SUIZOS.

Las mamis y otra escoria.

Como dice Tina Fey, la política y la prostitución son las únicas profesiones donde se valora la inexperiencia.

Rosa Belmonte.

Actualizado: 28/01/2020 00:02h.

Un señor del Puente de Vallecas se quejaba ayer en «El programa de Ana Rosa» de que su barrio estaba lleno de pisos con putas: «El tema prioritario es la abolición de la prostitución». Hombre. Así, en general, se ha podido abolir la esclavitud. La de «Raíces», vaya. Que luego te salen los de Boko Haram o los del Daesh y te esclavizan en un pispás. Pero son excepciones en un mundo más o menos civilizado. Mientras haya hombres y mujeres habrá prostitución.

Otra cosa es que se favorezca desde las instituciones. O que no se frene sabiéndolo. Ya saben, lo de la explotación sexual de niñas fugadas de centros de protección a los que han llegado porque se supone que la vida con sus familias era peor. Pero según los expertos, no parece haber ninguna red organizada en Mallorca que se dedique a la prostitución de menores. Claro que se producen abusos, pero también algunas de las niñas alardean de dinero tras las fugas. Y hay un efecto imitación. Y una web de contactos utilizada por menores para concertar encuentros con adultos. Es asqueroso. Pero también hay mayor sensibilidad con estos asuntos. Eso es bueno (aunque se politice y no se ataque lo importante).

En la obra de teatro de Andrés Lima «Prostitución» se denuncia la normalidad con la que vemos la prostitución (las chicas en la calle o acercándose a un coche). Hay gente que se impresiona con esa obra llena de efectismo y datos (lo mejor, Carmen Machi recordando que toda la vida hemos cantado en España al chuloputas con «Pichi»). Al acabar la función, Aitana Sánchez-Gijón aplaudía conmovida. Tendré el corazón de Lego. Me pasa como con «El hijo de Saúl», que no me impresiona por muy buen cine que sea. Sí me impresiona leer testimonios de supervivientes en campos de exterminio como el del sonderkommando Filip Müller («Tres años en las cámaras de gas», Confluencias). El domingo leía en «La verdad» sobre una auténtica trama de prostitución de menores cuya vista se fijará pronto. 234 años pide el fiscal para toda esa gentuza que incluye cuatro «mamis (reclutadoras), dos chóferes y nueve clientes. Las chicas, de 15 a 17 años. Tiernecitas. Algunas, reclutadas en un colegio religioso de Murcia. Las «mamis» también buscaban en las discotecas.

Según leo a Ricardo Fernández, que ha tenido acceso a las calificaciones provisionales, fijaban el objetivo en adolescentes de familias desestructuradas o en situación de necesidad. Las chicas obtenían un dinero fácil y las «mamis» se llevaban su comisión. Las jóvenes a veces eran inducidas a mentir sobre su edad. A ponerse más edad. Como Charo Baeza cuando empezó su carrera o Esther Doña cuando se hizo novia del marqués de Griñón. Algunas chicas salieron corriendo. «Me daba asco y miedo». Una de las «mamis», llamada Ruth Karina (no me he resistido), se enfrenta a 56 años por presuntamente captar y prostituir a nueve menores. Uno de los chóferes, a 36 años. Los clientes, de 4 a 20 años. No sé si todo será verdad, si se les condenará o si se quedará en poco, pero más allá de las culpabilidades individuales de cada uno la historia es creíble. Porque tiene que ver con el género humano. Qué razón la de Tina Fey en «Bossypants»: «La política y la prostitución tienen que ser las únicas profesiones donde la inexperiencia es considerada una virtud. ¿En qué otra profesión presumirías de no saber nada? “No soy uno de esos encopetados cardiocirujanos de Harvard, soy un fontanero sin formación y querría abrirle el pecho”». Cuando desaparezca la humanidad, a lo mejor desaparece la prostitución. De mayores y de menores.

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.