CRÓNICA DE LEON:

CAMPO
Mínimos históricos en los pantanos leoneses
La sequía deja los embalses a menos del 30% de su capacidad y salen a la luz decenas de pueblos anegados

D. Rubio / Pedrosa del Rey
Aunque lleva un cuarto de siglo bajo el agua, la carretera de Pedrosa del Rey conserva aún buen aspecto, o al menos el mismo aspecto que tantas y tantas carreteras de la provincia de León. Incluso tiene menos baches que la mayoría. El asfalto se hunde por las cunetas y no hay señalización, pero se puede circular prácticamente con normalidad, de no ser por la desolación del paisaje que la rodea. Todos son huellas de un tiempo que la construcción del pantano de Riaño negó para siempre: troncos cortados recuerdan la sombra que un día los árboles dieron a los viajeros y montones de piedras componen esqueletos de las casas que hoy ya sólo puede interpretar arqueólogos o bien aquellos que fueron vecinos del valle.
En pie, oxidada, sólo queda una cruz inmensa. A su pie se puede leer: “Cementerio de Pedrosa del Rey. Día del genocidio: 21 de julio de 1987”. Fue entonces cuando el agua inundó los pueblos que antes había destruido las máquinas. Por orden de la autoridad. Pero ahora, en este otoño seco de 25 años después, el agua prácticamente ha desaparecido, al menos de la vega de Pedrosa. Los pantanos leoneses marcan mínimos históricos. El de Riaño, que además del pueblo del mismo nombre inundó el mencionado de Pedrosa, Salio, La Puerta, Éscaro, Huelde y Anciles, está hoy a menos del 30% de su capacidad, lo que permite que emerjan los recuerdos en forma de piedra y barro. El agua vuelve a su cauce y vuelve a pasar por los ojos del puente que en su día fue seña de identidad de este pueblo, hasta el punto de que algunos lo conocían como Pedrosa del Puente. Es con diferencia la construcción que mejor se conserva de cuantas quedaron bajo el embalse y, estos días, el destino natural de los paseos de muchos vecinos de la comarca, que aprovechan la escasez de agua para recorrer el que fue su paisaje hasta que el Gobierno de Felipe González decidió sacar adelante un proyecto de los tiempo de la dictadura.
Por allí pasaron cañadas y calzadas romanas que comunicaban el vértice nororiental de la provincia con Cantabria y Palencia, y por allí pasan hoy, jugándose el tipo puesto que sus pilares, obviamente, están cada vez más debilitados, numerosos curiosos y habitantes de los pueblos cercanos, puesto que desde este puente se accedía por un camino mucho más corto que el actual al puerto del Pando y al vecino valle de Prioro. Si es el Yuso o el Esla el río que, cuando baja el nivel del pantano, pasa por debajo de este puente, queda para la polémica de los contertulios en los bares cercanos: la construcción del pantano ha abierto el debate y para unos el Esla nace en el valle de Burón y para otros en San Glorio.
De todos los pantanos leoneses, el que peor aspecto presenta es de Los Barrios de Luna. Desde la vieja carretera que va desde La Magdalena hacia Babia y Laciana, desde la autopista que viaja hacia Asturias, se pueden apreciar los restos de Láncara, de Oblanca. Es de todos los pantanos leoneses el más sobreexplotado, el que riega más hectáreas (lo será en su día el de Riaño, cuando entren en funcionamiento todas las infraestructuras pendientes desde hace un cuarto de siglo), el que riega más campos de maíz en el Páramo y el Órbigo. Por eso, hace ya algunos meses que al agua no llega al valle de Caldas. Por eso, ya ha salido el verde en las fincas. Por eso, el ganado disfruta de unos pastos especialmente húmedos.
De Oblanca quedan cuatro piedras y algunos pozos. La carretera, por su sitio. El río, también. El paisaje y la memoria alimentan forzosamente las leyendas. Cuentan paisanos de los pueblos cercanos que en ese pueblo hubo fantasmas, cuando se comenzaba a llenar el embalse a mediados del pasado siglo, e incluso alguno cuenta que ha escuchado repicar la campana de la iglesia, que resulta imposible identificar entre los cantos, cuando llega el día de la fiesta. Lo cierto es que la Guardia Civil detuvo en su día a dos chatarreros que aprovechaban que se estaba llenando el pantano para esquilmar el hierro que la gente había dejado en las casas. Para que no se acercase nadie, se paseaban cubiertos por sábanas blancas, rezando.
Lo del sonido de la campana de Oblanca queda para la interpretación de cada uno.

FOTO (Las construcciones de Miñera emergen de la escasa agua que acumula estos días el sobreexplotado pantano de Los Barrios de Luna. MAURICIO PEÑA