(CONTINUACIÓN)...

(CONTINUACIÓN)

DOÑA LAURA. (¡Si supieras que la tienes al lado, ya verías lo que los sueños valen!) Yo la quise de veras, muy de veras. Fué muy desgraciada. Tuvo unos amores muy tristes.

DON GONZALO. Muy tristes.

_Se miran de nuevo._

DOÑA LAURA. ¿Usted lo sabe?

DON GONZALO. Sí.

DOÑA LAURA. (¡Qué cosas hace Dios! Este hombre es aquél.)

DON GONZALO. Precisamente el enamorado galán, si es que nos referimos los dos al mismo caso...

DOÑA LAURA. ¿Al del duelo?

DON GONZALO. Justo: al del duelo. El enamorado galán era... era un pariente mío, un muchacho de toda mi predilección.

DOÑA LAURA. Ya, vamos, ya. Un pariente... A mí me contó ella en una de sus últimas cartas, la historia de aquellos amores, verdaderamente románticos.

DON GONZALO. Platónicos. No se hablaron nunca.

DOÑA LAURA. Él, su pariente de usted, pasaba todas las mañanas a caballo por la veredilla de los rosales, y arrojaba a la ventana un ramo de flores, que ella cogía.

DON GONZALO. Y luego, a la tarde, volvía a pasar el gallardo jinete, y recogía un ramo de flores que ella le echaba. ¿No es esto?

DOÑA LAURA. Eso es. A ella querían casarla con un comerciante... un cualquiera, sin más títulos que el de enamorado.

DON GONZALO. Y una noche que mi pariente rondaba la finca para oírla cantar, se presentó de improviso aquel hombre.

DOÑA LAURA. Y le provocó.

DON GONZALO. Y se enzarzaron.

DOÑA LAURA. Y hubo desafío.

DON GONZALO. Al amanecer: en la playa. Y allí se quedó malamente herido el provocador. Mi pariente tuvo que esconderse primero, y luego que huir.

DOÑA LAURA. Conoce usted al dedillo la historia.

DON GONZALO. Y usted también.

DOÑA LAURA. Ya le he dicho a usted que ella me la contó.

DON GONZALO. Y mi pariente a mí... (Esta mujer es Laura... ¡Qué cosas hace Dios!)

DOÑA LAURA. (No sospecha quién soy: ¿para qué decírselo? Que conserve aquella ilusión...)

DON GONZALO. (No presume que habla con el galán... ¿Qué ha de presumirlo?... Callaré.)

_Pausa._

DOÑA LAURA. ¿Y fue usted, acaso, quien le aconsejó a su pariente que no volviera a pensar en Laura? (¡Anda con ésa!)

DON GONZALO. ¿Yo? ¡Pero si mi pariente no la olvidó un segundo!

DOÑA LAURA. Pues ¿cómo se explica su conducta?

DON GONZALO. ¿Usted sabe?... Mire usted, señora: el muchacho se refugió primero en mi casa--temeroso de las consecuencias del duelo con aquel hombre, muy querido allá;--luego se trasladó a Sevilla; después vino a Madrid... Le escribió a Laura ¡qué sé yo el número de cartas!--algunas en verso, me consta...--Pero sin duda las debieron de interceptar los padres de ella, porque Laura no contestó... Gonzalo, entonces, desesperado, desengañado, se incorporó al ejército de África, y allí, en una trinchera, encontró la muerte, abrazado a la bandera española y repitiendo el nombre de su amor: Laura... Laura... Laura...

DOÑA LAURA. (¡Qué embustero!)

DON GONZALO. (No me he podido matar de un modo más gallardo.)

DOÑA LAURA. ¿Sentiría usted a par del alma esa desgracia?

DON GONZALO. Igual que si se tratase de mi persona. En cambio, la ingrata, quién sabe si estaría a los dos meses cazando mariposas en su jardín, indiferente a todo...

DOÑA LAURA. Ah, no, señor; no, señor...

DON GONZALO. Pues es condición de mujeres...

DOÑA LAURA. Pues aunque sea condición de mujeres, la _Niña de Plata_ no era así. Mi amiga esperó noticias un día, y otro, y otro... y un mes, y un año... y la carta no llegaba nunca. Una tarde, a la puesta del sol, con el primer lucero de la noche, se la vió salir resuelta camino de la playa... de aquella playa donde el predilecto de su corazón se jugó la vida. Escribió su nombre en la arena--el nombre de él,--y se sentó luego en una roca, fija la mirada en el horizonte... Las olas murmuraban su monólogo eterno... e iban poco a poco cubriendo la roca en que estaba la niña... ¿Quiere usted saber más?... Acabó de subir la marea... y la arrastró consigo...

DON GONZALO. ¡Jesús!

DOÑA LAURA. Cuentan los pescadores de la playa, que en mucho tiempo no pudieron borrar las olas aquel nombre escrito en la arena. (¡A mí no me ganas tú a finales poéticos!)

DON GONZALO. (¡Miente más que yo!)

_Pausa._