EL DEVENIR FUTURO DE CATALUÑA Y VASCONIA....

EL DEVENIR FUTURO DE CATALUÑA Y VASCONIA.
2ª PARTE
Dos son los grupos que disputaron el poder a Fernando VII, de su regreso del exilio: los realistas exaltados o puros, llamados hoy “integristas” y los absolutistas moderados, designados hoy, “tradicionalistas” ambos de igual forma enemigos de los constitucionalistas o liberales.
En Vascongadas, tras la derrota de la III Guerra Carlista, supuso que el Estado liberal suprimiera los Fueros, interpretándose como un ataque contra esta Comunidad y no contra el carlismo, fuerza política insumisa, por los conflictos armados que fomentó durante el desarrollo histórico del siglo XIX.
Una, de las instituciones de la comunidad autónoma vasca, que más ha fomentado el separatismo y la falsa conciencia nacional, ha sido la Iglesia.
Desde la implantación y la consolidación de la sociedad liberal en España, a partir del siglo XIX, la Iglesia ha sido una de las principales promotoras, de la insurrección armada del carlismo, con la defensa a ultranza de la monarquía absoluta, “la alianza del trono y el altar”, y con el único fin, de no renunciar a su poder político, en esa sociedad tradicional.
Es la Iglesia, aquella que crea esa barrera infranqueable, entre la sociedad vasca y el resto de España, para evitar “la contaminación” de su sociedad tradicional, con las ideas liberales portadoras del racionalismo y del libre pensamiento origen principal de la decadencia y pérdida de su poder político, en la sociedad decimonónica.
La Iglesia vasca, se vale del desarrollo de una cultura, cuyo principal fundamento es el estudio y difusión del “euskera” lengua que utilizara como arma arrojadiza, para segregar su sociedad del resto de España.

En Cataluña, el separatismo bebe de otras fuentes, totalmente diferentes y aunque por los antecedentes históricos, lo basan en el centralismo histórico con la abolición de los Fueros e Instituciones, con la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión, no es racional este contexto puesto que en la misma situación se encuentran los territorios de la Corona de Aragón, Valencia y Mallorca y no tiene incidencia, este fenómeno.

Las verdaderas bases de separatismo catalán, ya se inició en el último tercio del siglo XIX y se encuentran en la burguesía catalana, resultado de la convergencia de un grupo de industriales (directivos del Foment etc.) que tras “el Desastre del 98” vieron la necesidad de exigir una política de reformas y fomento de la riqueza por el sector más posibilista del catalanismo conservador.
Esta confluencia hizo que naciese un partido industrialista y conservador, dispuesto a luchar contra la ineficacia oficialista, el caciquismo, y la corrupción bajo una línea descentralizadora y regionalista.

Inicialmente en la “Lliga Regionalista” se creó con un amplio frente catalanista, donde militaban desde fabricantes, clases conservadoras, liberales, republicanos, ultra católicos, e intelectuales con el objeto de fomentar un ideario político diferente al oficial, que defendiera la personalidad de Cataluña, frente al uniformismo centralista.
La “Lliga Regionalista” como fuerza burguesa, logra monopolizar una parte del movimiento, tildando de “disidentes” aquellos que no participan en su conservadurismo regionalista y en 1904 se produce una escisión de la Lliga, con la salida de los disconformes con su orientación conservadora, pactista y regionalista, creándose otro partido, el “Centro Nacionalista Republica" y por carecer de un programa político atractivo, acabó por no consolidarse.

Aparece más tarde, en año 1917, una nueva formación, llamado “el Partit República Cátala” a partir de la fusión de militantes de izquierdas, republicanos con elementos del republicanismo reformista y del federalismo. La radicalización política y social se produce, durante el año 1917, con la Semana Trágica, que originaría en el partido una acentuación hacia el izquierdismo socialista.

Tras la desintegración del liberalismo monárquico y el nuevo ensayo del Directorio militar, el 30 de enero de 1930, Primo de Rivera dimite presionado por el Rey y es el general Berenguer, quien transitoriamente daría un final pactado a la monarquía.
Durante esta etapa de transición se produce una conjunción de fuerzas antimonárquicas que se llamo “el Pacto de San Sebastián” que lo definía uno de sus autores, Miguel Maura “se trataba de preparar una colchoneta en la que habría de caer fatalmente el cuerpo nacional, cuando llegase la hora del cambio de régimen”. Para otros políticos, como Juan de la Cierva, definía al “Pacto de San Sebastián” como “el desmembrador de España”. “El Pacto de San Sebastián”, con representación de todas las organizaciones republicanas, nacionalistas y separatistas, crean una plataforma política: una república parlamentaria que elaboraría un Estatuto de Autonomía para catalanes y vascos, que se adhirieran al citado pacto.

El autonomismo vasco, que tiene su origen en el autonomismo catalán y con procedencia en dos motivos esenciales, unidos al historia de este pueblo; uno, la influencia en la sociedad matriarcal vasca, de la institución religiosa, donde los curas rurales, inculcan a este pueblo tradicional, aislado del centro de la España reformista e innovadora de las ideas de progreso, el mantenimiento de sus costumbres e instituciones, algunas tan arcaicas como propias de un régimen feudal, en referencia a sus “Fueros y Leyes viejas”, y el otro, la frustración del carlismo, por su derrota en las guerras dinásticas, con la consiguiente abolición de sus fueros y sus leyes, por el centralismo de la monarquía liberal.
El autonomismo catalán, habían perdido durante la República sus raíces religiosas y entonces existían dos corrientes en las que se basaban, una conservadora, que reivindicaban su autonomía económica y otra, la republicana, más claramente independentista.

El autonomismo vasco, había endurecido, su defensa de la religión que la consideraba amenazada, por la Republica laica y no estaba unido porque existían dos tendencias, la de Álava y Navarra, que eran autonomistas, dentro de la Reyes Rubionación española y la representada por Aguirre en Vizcaya y en Guipúzcoa, que era claramente separatista.

Julio Reyes Rubio