Niño Lobo, Curiosidades

MARCOS RODRÍGUEZ PANTOJA.

El niño lobo de Sierra Morena malvive solo y olvidado en un pueblo de Galicia.

Marcos Rodríguez Pantoja, criado entre lobos de los seis a los 17 años, malvive a los 72 en una aldea gallega del interior ourensano.

AUTOR.

PABLO LÓPEZ. VIGO.

01.02.2018 – 05:00 H.
La vida ha maltratado a Marcos Rodríguez Pantoja desde que nació en 1946 en Añora (Córdoba). Su madre murió cuando era casi un bebé, su padre se volvió a casar con una mujer que lo molió a palos y la pareja acabaría vendiéndolo como bracero. Después vino lo insólito: a los seis años, cuando murió el pastor que lo cuidaba, se echó literalmente al monte, donde fue acogido por una manada de lobos que lo protegió y con la que convivió hasta los 17, sin mantener vínculo alguno con seres humanos. Así nació el mito del niño lobo que plasmaría en 2010 la película 'Entrelobos', de Gerardo Olivares, pero las penurias de Marcos continúan en la actualidad. Tras un periplo que le llevó por Madrid, Mallorca y Fuengirola, ahora malvive en una aldea de Ourense, apenas asistido por la caridad de los vecinos.

El que fuera niño lobo vive solo en una casa prestada por una familia que lo ha “apadrinado” en una aldea cercana a San Cibrao das Viñas, y apenas subsiste con una pensión no contributiva. Su integración con los vecinos es total. Conversa con ellos, hace rutas por el monte e incluso da charlas en centros educativos o colabora con iniciativas en defensa del lobo, del que tanto sabe, pero su situación económica y sus condiciones de vida son angustiosas. El dinero apenas le da para comer y en la casa en la que vive pasa auténtico frío. “La va calentando con una pequeña estufa de butano, pero estamos ayudándole para comprar una pequeña caldera de pellets”, relata Xosé Santos, de la asociación Amigos das Árbores da Limia, que ha iniciado una campaña para auxiliarle.

Una de las actividades de esa campaña tendrá lugar este viernes en Xinzo, en un encuentro público en el que se proyectará la película 'Entrelobos' y se desarrollará una mesa redonda con la participación de Marcos. Si es que no se siente presionado por la expectación y decide escapar. “Con él hay que ir con cuidado, porque si se agobia es capaz de desaparecer otra vez”, advierte Santos. “Todos queremos ayudarlo, pero tenemos que evitar desconfianzas, que no piense que nadie quiere aprovecharse de su situación”.

El recelo sobre el género humano es una de las secuelas que dejó en Marcos su larga estancia en el monte. El hombre era para él la encarnación de la hostilidad, y no el entorno de los lobos que lo acogieron como si fuera uno más de la manada, exactamente igual que le ocurrió al Mowgli de 'El libro de la selva', la obra de Rudyard Kipling. Ese periodo en los montes de Sierra Nevada, en el que no hizo esfuerzos por volver a convivir con los humanos y que abarcó desde su infancia hasta su primera juventud, lo pasó cazando y pescando, alejado de todo estímulo social. Es un periodo que dejó en él una huella imborrable, y también un poso de desconfianza del que no se ha librado 55 años después.

“La mejor manera de ayudarle es intentar que se sienta útil y aporte su saber a la sociedad. Él es feliz contando su historia a los niños y a los mayores, concienciando a la gente de la importancia de proteger al lobo y a la naturaleza en general”, relata el representante de la asociación que encabeza su causa. La reciente difusión de su caso, para muchos todavía desconocido, a raíz de que Amigos das Árbores lo desempolvara, está generando una oleada de auténtica solidaridad en Galicia, con familias que incluso han ofrecido su casa para acoger a Marcos como a un miembro más de la familia.

Mucho antes de que Gerardo Olivares llevara la vida de Marcos al cine, el escritor y antropólogo mallorquín Gabriel Jane estudió el caso y lo convertiría en una novela, 'He jugado con lobos', con la que consiguió el premio el Premio Joaquim Ruyra en 2009. Janer conoció personalmente al niño lobo en 1975, cuando preparaba su tesis doctoral, e incluso grabó imágenes de su nueva vida en la ciudad. La vida del niño lobo era un tesoro en manos de un amante de la antropología. “Las estructuras de su pensamiento crecieron a un ritmo diferente y de una forma distinta de como lo hubiesen hecho en el seno de la sociedad”, relataba Janer, deslumbrado por el encanto de aquel hombre criado entre animales y capaz de adiestrar una culebra.

Su primer encuentro con los lobos lo resumía así el propio Marcos Rodríguez en 2010 en El Confidencial: “Un día oí ruido detrás de unas rocas. Me acerqué y había unos lobeznos. Les fui a dar comida, como me enseñó Damián [el pastor] y me revolqué con ellos… Vino la loba y lanzó un mordisco… Me fui… Un día estaba en la cueva y entró la loba. Yo me fui al fondo… Creía que me iba a comer… ¡Como antes me había atacado! Pero me dejó un trozo de carne… Me lo iba acercando… Y al final se acercó y la abracé… Y fueron confiando en mí. Yo les daba comida y jugaba con los lobeznos y poco a poco, así, fue como me fui convirtiendo en el jefe de la manada”. Y de su recelo con el ser humano, relataba: “A mí me han engañado mucho desde que salí del monte. Los lobos son más nobles que las personas, y a pesar de la fama que tienen, a mí siempre me respetaron”.

No ayudó a incrementar su confianza en las personas la forma en que fue arrebatado del que ya era su hábitat natural, cuando un guarda de una finca lo delató y envió a la Guardia Civil a que lo arrancara de forma violenta del que ya era su hábitat natural. Apenas sabía hablar, caminaba a cuatro patas, desconocía la mayoría de las convenciones sociales y había olvidado la mayor parte de su antiguo léxico.

Tuvo que cumplir el servicio militar y, ya licenciado, trabajó durante un tiempo en Mallorca con gente que lo maltrató y lo menospreció. Tras una estancia en Fuengirola, un buen día conoció a un policía gallego que, emocionado con su caso, se apiadó de él y se lo llevó a Galicia, donde colaboraba en una finca. “Desde que me cazó la Guardia Civil, nadie se ha preocupado por mí hasta que conocí a Manuel, el hombre con el que vivo ahora en Galicia. Estoy muy agradecido”, se confesaba Marcos hace unos años.

Ahora que el niño lobo de Sierra Morena se ha hecho mayor, el torbellino de solidaridad que ha despertado su caso tal vez lo ayude a superar el horror atávico que aún siente por el ser humano.