JAEN...

JAEN
Estoy en Jaén, la ciudad del Santo Rostro, donde los olivos forman mares de un verde aceituna, que te hacer recorrer la vista como si de olas cuadriculadas y perfectamente ordenadas se tratara y donde las pastiras, con sus modernos y elegantes trajes actuales, lucen su garbo y su talle, realzando su belleza sin par, por estas calles algo empinadas que conforman la capital desde la estación del tren hasta el Barrio de la Magdalena en la misma falda del cerro de Santa Catalina donde se laza el castillo del mismo nombre y donde se asienta el parador de Turismo que sirve de mirador y de atalaya para todos los observadores turistas y jienenses que lo visitan.
Y estoy aquí porque esta es mi tierra, porque yo también soy jienense, aunque ante todo fuensanteño y porque aquí vengo con frecuencia a visitar mi pueblo, a ver a mi familia y a mis paisanos y a llevarme hacia Málaga ese oro nuestro, aceite puro de oliva virgen, que elaboramos en Jaén como primeros productores mundiales, y que llevo para mis amigos y conocidos de Estepona donde ahora vivimos, mi esposa y yo, nuestros años de descanso y de sosiego.

Para los no conocedores de esas maravillosa tierra decirles que aquí tenemos una reliquia de la cara de Cristo “El Santo Rostro” que pueden admirar en la catedral y que hay unos días en concreto que se puede besar.

También decirles que pastira es el traje típico de la mujer jaenera aunque hoy solo se vea en fiestas contadas y tradicionales, pero es tan bella la mujer de Jaén, como yo decía antes, que aunque no usa ya normalmente el traje de pastira, con estos vestido modernos y actuales también pasea su encanto
por las calles y las plazas de esta tierra.

Algo que no puedo olvidar al hablar de mi Jaén la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, conocida popularmente como “El Abuelo,” que según la tradición fue tallada milagrosamente en una noche por un misterioso transeúnte que pidió pasar la noche hospedado en una casa y que aprovechando un trozo de madera que allí había a la mañana siguiente el huésped desapareció y dejando la imagen en gratitud a aquella generosa acogida. Es una de las pocas imágenes de Semana Santa que tiene su melena de pelo natural y es la más querida y venerada por todos los Jienenses que suelen acudir, de todas partes a su procesión.

Era esta una cuidad muy coqueta, donde se vestía muy bien, donde se observaba un cierto estilo y una clase un tanto adornada con mucha elegancia y no poca altanería. Se tapeaba muy bien, se paseaba en busca de ligue o de pareja por aquella Carrera cada fin de semana y se sentía uno muy arropado por aquél ambiente y por aquella buena gente que tan bien acogía a sus visitantes.

Y he de decir que hoy la he visto cambiada, triste, desolada y desconocida. Ya no hay esa elegancia y esa finura en el vestir, ya no hay esa alegría de la calle, ahora hay muchos bares, muchas tiendas y muchos negocios cerrados, y ahora yo he dicho para mi, “este no es mi Jaén, que me lo han cambiado”. Y es una pena que sucede aquí y en toda España, esta crisis se ha cebado con nosotros, con los más humildes, con los más necesitados, y se ha llevado esa alegría de vivir que caracterizaba a los españoles y sobre todo a los andaluces. A ver si de una vez por todos los políticos de uno y otro signo que nos vienen mal gobernando se ponen las pilas, definitivamente, y se preocupan sobre todo del bienestar de los ciudadanos que en definitiva son los que les ponen a ellos a mandar. Y que manden y legislen para los ciudadanos, no para ellos.