MI PRIMER VIAJE A ITALIA...

MI PRIMER VIAJE A ITALIA
Cuando mis hijos empezaron a estudiar en Martos, con los Padres Franciscanos, había un sacerdote Felix, ya fallecido por desgracia, con el que hicimos una gran amistad y este padre se dedicaba a organizar cada año por el verano un viaje al extranjero, Europa en concreto y nosotros a través de él nos iniciamos en este tipo de viajes. Lo ibas pagando durante todo el curso y a primeros de Julio nos íbamos unas 50 personas, casi todas de Martos, a ver el mundo.
Mi primer viaje con Felix al extranjero fue a Italia, ese país que cautiva al visitante por muchas razones su cultura, sus monumentos, sus maravillosas ciudades llenas de encanto y de historia y como no, para los católicos, el Vaticano y el Papa representantes máximos de la autoridad católica en el mundo.
El viaje fue maravilloso duró una semana y estuvimos en Roma, el Coliséo, la Fontana, la Plaza de España muchas iglesias y otros monumentos y de allí pasamos a Pissa con su torre inclinada, a Florencia esa ciudad para mí la más cultural de toda Italia donde admiramos entre otros su Catedral y la Piedad de Miguel Angel, una plaza impresionante llena de estatuas y palacios todos ellos admirables.
Estuvimos también en el pueblo donde nació San Francisco, Asís, visitamos la casa de su familia y una maravillosa basílica en la que se encontraban valiosos murales que después al año siguiente tuvimos noticias de que un terremoto la había destruido, en gran parte, e ignoro si ya estará de nuevo restaurada y restablecida pue de nuestra visita hará unos 25 años.
De allí pasamos a Venecia, entramos de noche y no se me olvidarán las vistas que a la llegada se podían apreciar y disfrutar desde el mar. Venecia romántica y sorprendente, una ciudad que nada constantemente apoyada en sus aguas donde las góndolas sustituyen a los coches y donde uno se siente feliz e impresionado por tanta y tan extraña belleza, su Plaza de San Marcos inconmensurable, su catedral que está en ella toda majestuosa, sus mármoles, sus pinturas su luminoso y diverso colorido nos trasladan a lo supremo. Después sus puentes, sus calles, y un viajito en góndola donde la pericia de los gondoleros y el riesgo de chocar con otra barca le dan al viaje un encanto más de temor y de divertimento.
Y por último el Vaticano, la impresionante y majestuosa Plaza de San Pedro, la basílica a cuya cúpula subimos tras pasar por ciento de escaleras donde al final había que ir agachado porque si nó te dabas con la cabeza en el techo, las vistas tan maravillosas que desde allí se vislumbran, que te muestran toda Roma desde el cielo y como colofón la Capilla Sistina obra cumbre de las frescos y pinturas de Miguel Angel.
Hasta la guardia del Vaticano tiene un sabor especial por el colorido de sus uniformes y la originalidad de su diseño.
Este viaje lo hicimos con mi César y Sonia que eran ya novios y con sus padres Rosa y Damián además de los amigos marteños que siempre nos acompañaban con Félix en los viajes.
Un viaje inolvidable y un recuerdo no tan bueno. La comida del mismo, con las pastas italianas que terminamos hartos de espaguetis y macarrones, tan es así que una vez de vuelta a Madrid todos íbamos pensando en comer algo muy nuestro y al pasar por la Carolina en el restaurante La Perdiz nos cominos para cenar unos huevos y unas patatas con chorizo que nos supieron a gloria y nos aliviaron de aquellas malas comidas italianas. Roma merece una visita. Sin duda alguna.