España y las guerras del norte de África. El desastre...

España y las guerras del norte de África. El desastre de Annual (1/2)

En las «guerras de Marruecos» la Iglesia Católica alentaba a los soldados a no volver sin dejar destruido el islamismo, arrasadas las mezquitas y clavada la cruz en todos los alcaceres.

En estos días se cumple el centenario del desastre de Annual. Los hechos ocurrieron entre los días 22 de julio y 9 de agosto de 1921, en el llamado Azud de Annual, próximo a la bahía de Alhucemas, en un valle rodeado de montañas, donde un único camino lo enlazaba con Melilla. En esa posición se habían situado la mayoría de las tropas españolas, a las órdenes del General Fernández Silvestre.

El número de soldados muertos en esta batalla es muy difícil de calcular. El Congreso de los Diputados en época próxima a los hechos y partiendo de los informes oficiales lo cifró en 13.500, ignorándose el número de rifeños fallecidos.

La distancia de ese enclave con Melilla es de aproximadamente 90 kilómetros.

Al ser considerada como la derrota más cruenta sufrida en las guerras coloniales, es también el hecho más conocido, pero antes de analizarlo con más detalle debemos señalar que se produjo en el contexto de la considerada como cuarta guerra de Marruecos, por lo que se consignarán unos breves antecedentes.

Ciñéndonos a los siglos XIX y XX, se identifican fundamentalmente las siguientes «guerras de Marruecos» libradas por España en aquellos territorios:

La primera guerra es la desarrollada entre 1859 y 1860, bajo el Reinado de Isabel II, declarada por motivos básicamente internos, fue protagonizada por el Jefe de Gobierno General O´Donnell, que pensó sería interesante un conflicto bélico para distraer a la población de los problemas del país y generar un clima de fervor patriótico, que efectivamente consiguió crear, desviando de paso mucho del fervor guerrero de los carlistas hacia aquella «aventura imperial».

Finalizó con el Tratado de Paz de Wad Rass, firmado en 1860, que permitió la ocupación supuestamente transitoria de Tetuán, el pago de indemnizaciones económicas por parte de Marruecos a España, y el aumento de las áreas geográficas de Ceuta y Melilla, así como diversos acuerdos de menor interés.

Su origen se sitúa en el contexto de las frecuentes escaramuzas que se sucedían en los alrededores de Ceuta y Melilla, cuando un grupo de marroquíes atacó, en 1859, un destacamento español cerca de aquella ciudad.

Sobre este asunto, Josep Fontana, en el tratado sobre «La época del liberalismo», volumen sexto de la Historia de España dirigida por él mismo y Ramón Villares, señala recogiendo las opiniones de la época, que: «para acabar con las intrigas cortesanas… inventó la guerra de África, guerra injusta porque los infelices moros daban todas cuantas satisfacciones pedíamos, incluso ahorcar a los pobres diablos que habían sido la causa del conflicto, pero era preciso distraer a la corte ultramontana con la guerra contra los infieles, que por su atraso y pobreza se les vencía con facilidad, y de este modo la gloria militar haría fuerte al gobierno y mataba las intrigas cortesanas… vio también la oportunidad de mejorar la imagen de España en el exterior y beneficiarse él mismo del clima patriótico que los sucesos de Ceuta generaron en la sociedad española».

Recordemos que en 1855 se había producido un alzamiento carlista, tras las dos primeras guerras ocurridas a lo largo del siglo XIX. En Cataluña fue donde tuvo mayor eco esta intentona, y se levantaron numerosas partidas. Todavía en 1860, el general Ortega, capitán general de Baleares, realizó un pronunciamiento con el que pretendía nombrar rey de España al pretendiente Carlos VI. En este contexto se produjeron las decisiones de O´Donnell.

En Cataluña y el País Vasco se organizaron centros de reclutamiento voluntario para acudir al frente, donde se inscribieron muchos carlistas, procedentes también de Navarra, impulsados por la Iglesia Católica que alentó a los soldados a «no volver sin dejar destruido el islamismo, arrasadas las mezquitas y clavada la cruz en todos los alcaceres», según nos recuerda el historiador antes citado.

A pesar de la facilidad con que se presentó la contienda bélica, y el considerable despliegue militar efectuado, pues partieron unos 45 mil hombres desde Algeciras, murieron cuatro mil, la mayoría víctimas del cólera y otras enfermedades.

Vencieron a las tropas marroquíes en Castillejos y Tetuán, y finalmente ocuparon el puerto de Tánger. Se ignora el número de marroquíes fallecidos.

La segunda guerra, conocida como guerra de Margallo, que efectivamente era bisabuelo de García Margallo, el que fuera ministro de asuntos exteriores de M. Rajoy. Se desencadenó durante los años 1893 y 1894, cuando este general era gobernador militar de Melilla, y provocó a los rifeños con el inicio de la construcción de unas fortificaciones próximas a la tumba de una persona considerada santa por las tribus circundantes. Los nativos atacaron Melilla en una confrontación que alcanzó ciertos caracteres de guerra santa. Tras la respuesta bélica española, cuya artillería destruyó una mezquita, llegaron voluntarios de todo Marruecos a ayudar a los habitantes norteafricanos, lo que acabó convirtiendo aquel incidente en un serio conflicto que exigió un considerable esfuerzo español para controlarlo, con envío de tropas desde la península. Con apoyo naval se bombardeó sin tregua las aldeas bereberes, generando graves daños tanto a la población norteafricana como española. El propio Margallo murió durante la contienda, en circunstancias no bien aclaradas. La cantidad de muertos y heridos que provocó el disparate de Margallo fue enorme, hasta el punto de que esta guerra ha pasado a conocerse con el nombre de su causante.